Los resultados del Referéndum del 21 de febrero de 2016 son absolutamente legales, definitivos e incuestionables; así lo reconocieron, en el mismo día al conocerse los resultados y en días posteriores, tanto el Presidente de la República como su partido. Ese NO fue resultado de la voluntad de un pueblo que se opuso al cambio del Art. 168 de la Constitución y que, según el partido de gobierno, MAS, quería que fuese el SÍ el ganador “por ser la voluntad de la mayoría”; una mayoría sólo existente en la mentalidad y las ambiciones de quienes buscan nuevas reelecciones a su favor.
En días más se recordará el primer aniversario de ese Referéndum que es irrefutable y es la colectividad que, a nivel nacional, saldrá a las calles con miras a ratificar esos resultados y, además, como muestra de su oposición a una nueva reelección del Presidente de la República y su acompañante; se tratará de una especie de cabildo o manifestación masiva que muestre una voluntad: defender su voto y la no reelección porque así lo establece la Constitución.
Sostener que el resultado del NO es efecto de “la mentira” y “la manipulación” o la “tergiversación de la voluntad popular” son falacias que caen por su propio peso porque han sido las propias autoridades del Tribunal Supremo Electoral que han coreado los criterios del Presidente y su partido en sentido de que todo era legal, que había ganado el NO y que ese resultado era respetable en todo sentido.
Esgrimir cualquier pretexto, inventar errores o falsedades para desconocer el NO, no es más que efecto de la egolatría y el deseo de permanecer en el poder de la República cuando la Carta Magna y las leyes establecen la urgencia y necesidad de la alternabilidad en el manejo de las riendas del gobierno del Estado; desconocer esto no es otra cosa que efecto de excesivas ambiciones y negación de la propia palabra que reconoció la validez de un resultado que se ha hecho conciencia en todo el pueblo y en el mismo partido de gobierno.
Hay que convenir, además, que si el Padron Electoral fue más o menos de 5 millones de ciudadanos, quiere decir que siendo la población del país de 10 millones de personas, ese 50% que no votó por no haber cumplido los 18 años una parte; otra, de ancianos que no quisieron votar o estuvieron inhabilitados para hacerlo o de enfermos que no podían abandonar su lecho para asistir a las urnas y, finalmente, de quienes no quisieron votar, hay que colegir que ese 50% estaría compuesto por quienes votarían por el No y otros por el Sí. Este mismo resultado engrosaría los datos precisos y categóricos de lo que arrojaron las ánforas y que sobrepasó el 52%. Entonces, ¿de qué mayoría o minoría del pueblo se habla? Al hacerlo, es preciso tomar en cuenta solamente el total que señala el Padrón Electoral.
Ahora, lamentablemente, hay que tener en cuenta que en la marcha, mitin, manifestación o cabildo del 21 de febrero de 2017 en que mucha de la población saldrá a las calles no faltarán elementos provocadores incrustados que busquen enfrentamientos y discordias. No debe olvidarse experiencias de muchas manifestaciones populares han mostrado casos de provocadores que, por muy poco dinero o por conveniencias han protagonizado hechos violentos y contrarios al respeto y consideración a que todos están obligados. Por su parte, el partido de gobierno realizará una marcha el día lunes 20 para expresar su apoyo a la reelección tan ansiada por quienes creen que “el partido debe eternizarse en el poder” aunque haya rechazo frontal de la mayoría del pueblo.
Habrá que convenir también en que hay conciencia en el país - incluidos muchos simpatizantes y militantes del partido de gobierno- de que no corresponde desconocer los resultados del 21 de febrero y menos convocar a otro Referéndum -carísimo e innecesario- con el mismo motivo, es decir, de consulta al pueblo para cambiar los textos constitucionales para favorecer ambiciones personales y partidistas.
Hay conciencia de lo que el país quiere: respetar la Carta Magna, cumplir las leyes, evitar la prolongación indefinida del gobierno, institucionalizar el país, luchar contra la corrupción, contra el narcotráfico, combatir a la economía informal, suprimir gastos innecesarios, fantasiosos y hasta absurdos; evitar gastos dispendiosos e inútiles como viajes, pago de viáticos y otros onerosos para la economía nacional; finalmente, hacer gestión y administrar honesta y responsablemente el país.
Lo que ocurra los días 20 y 21 del presente mes, posiblemente no tenga resultado positivo alguno porque es sabido que el gobierno y su partido harán hasta lo imposible por usar de todo el poder económico, político y social que tienen.
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