Sigue dependencia de fundiciones foráneas

Cuando se inauguró la planta fundidora de Vinto, se creyó que había terminado la dependencia del país de fundiciones extranjeras; pero la verdad es que la fundición nacional solo cubre una mínima parte de la producción porque hasta el 75% de estaño, plomo, plata, zinc y otros minerales, en concentrados (barrilla) son enviados a fundiciones de Estados Unidos, España y Asia para su fundición.

Las frustraciones sufridas por el país en este campo son múltiples y todo por falta de previsión de los gobiernos que no han sabido encarar debidamente la minería en general y, prácticamente, se han atenido a lo que hacían los barones del estaño, Patiño, Hoschild y Aram ayo que, igualmente, sacaban el mineral a fundiciones de Texas en los Estados Unidos y Liverpool en Inglaterra, absorbiendo costos exorbitantes que implican que para el país quede, simplemente, un remanente de 10 a 12% del valor que tienen esos minerales, el resto entre 88 y 90% es para “gastos operativos de las mismas fundiciones y muchos otros colaterales que se debe cancelar”.

Una de las mayores frustraciones está en el caso de la Planta de Karachipampa que, en diversas oportunidades se ha intentado hacerla funcionar y fracasos continuos han demostrado que está obsoleta, inservible y requeriría fuertes inversiones para habilitarla plenamente con miras a que pueda fundir por lo menos plomo; pero, surge la dificultad de que la producción de este mineral no alcanzaría para lo que requiere la fundidora y habría que importar plomo desde el Perú.

Las pérdidas de los productores y del Estado son millonarias y nadie puede poner coto a esa situación que, de continuar indefinidamente, causará mayores trastornos a la producción de mineral que es trasladado “en barrilla” a las fundiciones extranjeras que son las únicas beneficiadas con los minerales bolivianos hasta convertirlos en metales.

Hay que convenir, sin temor a equívoco alguno, que lo menos que se ha hecho en la historia del país es planificar, organizar, transformar viejos sistemas, invertir y modernizar la explotación de minerales y, consiguientemente, construir fundiciones que cubran la producción y contemos con metales que podrían ser sometidos a procesos de industrialización, con lo que se ganaría muchísimo por valor agregado.

El gobierno, en vez de construcciones faraónicas que no tendrán utilidad y pensar en hidroeléctricas supermillonarias, a más de realizar gastos onerosos para el país, debería invertir en la instalación de fundiciones que permitan hacer del país un gran centro minero-metalúrgico. Será preciso, pues, que se tome conciencia del grave problema y se encare lo que se debe hasta por simple sentido de responsabilidad.