• Es una de las técnicas textiles más antiguas de la humanidad • Desde México hasta Japón, este método tiene mil variantes, pero cada vez más las máquinas se adueñan de sus técnicas
Tarija (El País Plus).- Este arte consiste básicamente en coser sobre la tela, usando diferentes agujas e hilos, con la ayuda de un bastidor. Y como las variables son múltiples, los resultados también lo son, por lo que cada pieza es diferente.
Ahora bien, bordar a mano ya no es uno de los artes más practicados en la actualidad, ya que la tecnología ha ganado campo a este oficio, aunque hay quienes valoran y practican aún aquello. Las personas mayores llevan la batuta en esto y Rosaura es una de ellas. Tiene 81 años y pasó veintisiete primaveras con una aguja y un bastidor en mano. Recuerda que empezó haciendo ajuares de novia, algún mantel y juegos de cama para familiares, “pero nunca cobrando un centavo”.
Vive sola, no tiene hijos y tampoco estuvo casada. Es la tercera de una familia de cuatro hermanas y conforme despliega las telas, enseña los detalles y sus métodos. Es notorio que bordar no era una simple actividad para ella. “Me encontraba feliz”, asegura.
Cubriendo una mesa de su hogar hay un bordado blanco de crochet, más conocido como “de ganchillo” porque se cose con un instrumento que lleva tal nombre. Pero, adornando muebles y espacios, también hay encajes de frivolité, de malla y de bolillos. Cada uno de ellos con diferentes métodos de bordados.
Habla de remates de frivolité, de macramé, de vainica...palabras que los jóvenes no han escuchado nunca y que probablemente jamás oirán. “Los tiempos han cambiado. En un pueblo como éste podría seguir recibiendo encargos de gente mayor, pero lo cierto es que este oficio está en vías de extinción. La gente no tiene tiempo. Va con prisas y todo el mundo prefiere comprar rápido en tiendas”, añade.
Sin embargo, hay algunas mujeres y familias en Tarija que le dan el valor que antes tenían estos trabajos e incluso más. Obras de arte en bordado antiguo como sábanas, manteles, pañuelos e incluso vestimentas para santos son preservadas como tesoros familiares, ya que muchas piezas tienen hasta un siglo de antigüedad y se han convertido en el tesoro más preciado de algunas familias tarijeñas.
La profesora de bordado jubilada, Esther Medrano, dice que estos bordados son ahora un testimonio fehaciente de que bordar era un oficio necesario para todas las mujeres tarijeñas en aquella época.
De hecho, cuenta que esta actividad era muy importante, pues ellas debían demostrar sus habilidades en el bordado, tejido y crochet, ya que las sábanas, manteles, paños de mesa, servilletas, frazadas y toallas, no se conseguían con tanta facilidad en un comercio. Incluso era útil para confeccionar la propia ropa, tejer chompas, vestidos, faldas y blusas. “Era un oficioso esencial”, aseguró.
Al igual que Rosaura, la profesora enseña dos sábanas bordadas a mano y cuenta que una de ellas fue hecha por su abuela en el año 1910, por lo que es el bordado más antiguo que tiene en su casa. Muestra también otra sábana que la bordó su tía abuela y que tiene al menos 90 años de antigüedad.
“Son una preciosidad. Obviamente que nunca se usan las tengo muy bien guardadas, pues tienen un valor familiar afectivo muy grande. Aquí vemos la paciencia y dedicación de la época para hacer este tipo de bordados y calados finísimos, tan diferentes y únicos”, expresa. Al decir esto, lamenta que en la actualidad ya casi nadie tenga el interés ni el tiempo de aprender a bordar.
“Dejé de bordar hace mucho tiempo, soy jubilada hace 25 años, imagínese la cantidad de años que tengo, la vista me falla y también el pulso, pero tengo el agrado de haber enseñado y de que muchas de mis alumnas demostraron talento y gusto por el bordado”, añade.
Esther asegura que en la sociedad tarijeña el bordar era importante, por lo que mucho hizo el legado que dejaron las tatarabuelas, bisabuelas y madres, quienes crearon verdaderas muestras de arte que reflejan la dedicación y el perfeccionismo que tenía la mujer chapaca para con este oficio.
LOS BORDADOS EN LA RELIGIÓN
Muchas de estas obras de bordado son preservadas en las iglesias católicas, ya que desde la antigüedad era costumbre del creyente donar vestidos y mantos para ataviar a santos y vírgenes, como un acto de devoción o gratitud por la gracia otorgada.
De hecho, las familias muy bien establecidas económicamente no escatimaban recursos para donar esas vestimentas y por ello, muchas eran encargadas a las mejores artesanas, entregándose como material para la elaboración de las piezas, hilos de oro y de plata. Justamente por este motivo varios bordados antiguos no están a la vista y muestra de todos.
Estos trabajos que son dignos de ver se encuentran exhibidos en el museo de San Roque, donde las vitrinas muestran atuendos que vistieron al santo patrono hace muchos años atrás. Dicen que hay prendas tan antiguas como el mismo santo, que tiene al menos 200 años.
Uno de estos atuendos, es conocido como “la papagaya”, tiene muchísimos colores resaltados con hilos de oro y se cree que fue donado por la familia de Moisés Navajas.
MERITORIA BORDADORA
El 11 de noviembre de 1950, en un antiguo periódico denominado “El Antoniano” se escribió sobre el tema y se reconoció el trabajo de una mujer dedicada a esta labor. Citaba lo siguiente: “Hay actividades que pasamos desapercibidas sin valorar sus méritos ni saber estimular esfuerzos propios que prestigian al pueblo donde éstas se desenvuelven. Así sucede con un modesto taller de modas y bordados, situado en la calle general trigo nro. 817, propio de la señora Naty R. de Amado, quien con su exquisito gusto artístico y habilidad en bordados ofrece a sus clientes trabajos impecables, hermosos y que superan a la industria extranjera”.
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