[Armando Mariaca]

Cuando la ambición ciega la conciencia


La civilización ha alcanzado altitudes increíbles en su historia debido a la ambición de quienes han amado las condiciones humanas, sus cualidades, virtudes y principios; han visto que el hombre, máxima obra de Dios, merece contribuir a Su obra con imaginación, estudio, esfuerzo, práctica de valores para alcanzar sitiales que permitan al hombre ser mejor y vivir conforme a merecimientos que por sí mismo ha concebido, debido a sanas ambiciones desplegadas en todo sentido y haciendo abstracción de males y dificultades.

La ambición noble y digna, la constructiva y honesta, la que alcanza la realización de ideales transparentes y sólidos, la que fortalece los espíritus y hace que el hombre sirva al hombre; la ambición que logra el imperio de la libertad y la justicia, la que utiliza, ama y respeta los bienes otorgados por Dios y la naturaleza, la que cumple con su responsabilidad y honestidad de respetar y usar la libertad de expresión, la que alcanza situaciones democráticas para la vida de los gobiernos y de los pueblos; la ambición honesta, digna y responsable es la que ha logrado que el mundo alcance altos sitiales en la ciencia, la tecnología, las artes y la cultura para lograr el perfeccionamiento de la raza humana.

Sin embargo de todo ello, no se ha podido alcanzar que se contraponga la ambición que, cegada en la conciencia de muchos hombres, ha dado lugar a que la soberbia que es factor primigenio para la presencia de todos los males que han asolado a la humanidad a través de los siglos sea la parte que se enfrenta al bien con mayor fuerza. Son los soberbios que, en su pretensión de imitar a Dios, han creído siempre que pueden alcanzar altos sitiales en la escala de los poderes; ellos, consubstanciados con todo tipo de instintos, han visto que la ambición es generadora de todo lo que se desea porque es la manifestación de ansias de poder, riquezas y honores.

Grandes fortunas, situaciones de honra y prestigio, poder político y social han alcanzado quienes no han trepidado en perseguir todo ello por medio de vulneración a la moral y han logrado situaciones de poder, riqueza y honores; pero, como todo ello ha sido conseguido (con raras excepciones) mediante la práctica de hechos contrarios a las leyes y han pisoteado toda moral que debe regir la vida del ser humano, son realizaciones que resultan fruto de la falta de conciencia, conciencia que, basada en las virtudes morales, se hace valores y principios.

Las ambiciones ciegan al ser humano porque trasponen los límites de la conciencia y dan lugar a que en todo lo que hagan prime el mal instinto que posee todo tipo de condiciones para alcanzar hasta lo imposible ya que para el ambicioso no hay límite ni dificultad para lograr lo que quiere. La ambición ha mostrado la bajeza a que han llegado muchos hombres en la historia de la humanidad; personas que no han trepidado en cometer los peores crímenes con tal de sobreponerse a sus propias conciencias y a los intereses de los pueblos que les tocó sojuzgar; los ejemplos son claros con Hitler, Stalin, Ceasescu, Fidel Castro, Idi Amin Dadá, Hugo Chávez y tantos otros que en su condición de dictadores, tiranos y hasta gobernantes legales pero que torcieron totalmente sus conductas, manejaron a sus pueblos bajo principios de avasallamiento (esclavizarlos o hacerlos vasallos) y someterlos a su voluntad o, caso contrario, hacerlos víctimas de fusilamientos, destierros, cárceles, torturas y otros procedimientos ajenos a los derechos humanos. En muchos países de África y Asia han impuesto su voluntad tiranos que han causado la muerte de miles de personas sin distinción alguna, como mujeres, ancianos y niños y sin que ninguna reconvención o pedido de organismos internacionales y humanitarios haya tenido efecto en sus conciencias. Muchos ambiciosos, solamente conscientes de sus deseos, desconocen los deberes democráticos de respetar y reconocer los resultados de las urnas en referendos o elecciones y buscan eternizarse en el poder.

¿Cuánto mal causaron estos dictadores y tiranos que usaron a sus países para enriquecerse y agrandar sus equipos de áulicos que los sirven incondicionalmente? ¿Cuántas familias han llorado por la vida de sus seres queridos que han muerto o que sufren cárceles, destierros y persecución por parte de tribunales impelidos por los poderes políticos para que vulneren los procedimientos y hagan de las leyes medios para desconocer derechos inalienables? ¿Cuántos millones han sido sojuzgados y maltratados en nombre de ideologías falsas u obsoletas? Y todo ha sido por ambiciones que nunca tuvieron medida.

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