El 5 de marzo se conmemoró el día mundial de la Eficiencia Energética, concepto que va de la mano indisoluble de la estructuración de Ciudades Inteligentes.
Para Europa, por ejemplo, la eficiencia energética es “prioridad para la política energética de la Unión Europea y pilar fundamental en la lucha contra el cambio climático”.
Las ciudades -mientras más pobladas- tienen muchísimo que aportar en la edificación de ese paradigma que es eficiencia en un medio cada vez más “inteligente”.
Teniendo claro que eficiencia es producir la misma cantidad de recursos o bienes utilizando cada vez menos energía y que ciudad inteligente es el espacio urbano altamente tecnológico en donde -prácticamente- se controla todo desde el smartphone, pensar en eficiencia energética sin el concurso de las megápolis -o de las ciudades, en general- es impensable.
Para construir una ciudad inteligente con eficiencia energética mucho importa una regulación altamente moderna, abierta y de compromiso. Los municipios y gobiernos intermedios tienen la voz en este tema. América Latina no está alejada de estos conceptos: ciudades cada vez más caóticas reflejan sus modelos de consumo de electricidad y combustibles muy elevados. Por ello la acción es ahora: empezar con regulación y promoción intensa de eficiencia energética en las ciudades. Y copiando a ciudades europeas, pronto estarán las latinoamericanas basando la economía de las ciudades en energías denominadas limpias, des-fosilizadas.
El liderazgo de las ciudades tiene la misión de impulsar las energías alternativas y la conformación de esquemas de pensamiento eficiente. Varias ciudades europeas, que ya están navegando en modelos altamente desarrollados y software, han logrado la reducción del consumo de energía (concretamente de electricidad y combustibles). Hay ejemplos varios: desde la implementación de luminarias LED inteligentes que se encienden y apagan conforme el sol aparece o se oculta o la utilización de campañas tan simples como “apagar equipos que no se utilice”, ampliamente viralizados por Twitter, FB o redes sociales y que han incrementado el uso eficiente, han mejorado la interconectividad y -lo mejor- en Europa han generado y estimulado la creación de nuevos empleos por las nuevas iniciativas que eficiencia y ciudades inteligentes significa: por un lado más compañías que realizan consultorías y trabajos en eficiencia energética y, por otro lado, más desarrolladores de software que se ingenian para hacernos la vida más fácil desde una App.
Los gobiernos municipales y subnacionales deben, mediante regulación y políticas, promover, por ejemplo una amplia rehabilitación y reacondicionamiento de sus instalaciones (edificaciones públicas), haciéndolas más inteligentes y más eficientes. Menos uso de electricidad y más tecnología que, además, evitarán burocracia y ayudarán a mejor la atención al usuario/ciudadano. Los edificios antiguos del sector público son los primeros que deben “ponerse en cintura” mediante un adecuado proceso de rehabilitación, tanto “inteligente” como de eficiencia energética. Por ejemplo: sensores de luz, iluminación LED y techos solares.
Los estados europeos están destinando importantes cantidades de dinero para un interesante programa de rehabilitación de edificios (‘Smart Finance for Smart Buildings’), que pretende promover la inversión, el crecimiento y el empleo para la eficiencia energética y el uso de renovables en los edificios y -según la prensa internacional- destinaría fondos privados y públicos por valor de 10 mil millones de euros desde ahora hasta 2020.
Siendo las ciudades responsables del 70% de las emisiones de carbono en el mundo, los liderazgos locales tienen la responsabilidad de impulsar medidas de construcción de paradigmas Smart City con Eficiencia Energética.
Nos apoyamos en el interesante reporte de la Agencia Internacional de la Energía Renovable (Irena) bajo el título “Energía Renovable en las Ciudades”, que subraya la necesidad de combinar “eficiencia energética con el uso de renovables para impulsar el crecimiento futuro de las ciudades”.
Tres ejes que deben ser “atacados” desde el sector público para continuar construyendo el concepto de ciudad inteligente con eficiencia energética: LED en alumbrado público, uso de tecnologías en inmuebles públicos (utilizando techos solares, sensores, mejor iluminación, tecnología, etc.) y mejora del transporte urbano. Debido al alto consumo de combustibles que supone el transporte, es imperioso impulsar sistemas públicos de transporte masivo.
Un apunte importante de Barcelona, ciudad inteligente y altamente eficiente: fue la primera capital europea en introducir una ordenanza por la que el 60% del agua caliente suministrada en edificios debía tener origen termosolar.
Con estas medidas todas las ciudades contribuirán al “Objetivo 20-20-20”, ya que desde 2008 en Europa se está logrando objetivos para 2020: mejora del 20 % en eficiencia energética, que 20 % de la energía proceda de fuentes renovables y reducción del 20% en la emisión de gases de efecto invernadero.
Alguien dirá que este problema no es nuestro. Lo será en algún momento, por ello es tiempo de empezar a actuar ya mismo.
@BorisSGomezU
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