Las crisis económicas producidas en las últimas décadas en el mundo han determinado, de todos modos, que la pobreza en los países del Cuarto y Tercer Mundo se agudice porque ha afectado a países generalmente pobres y subdesarrollados. La crisis de hace pocos años y que ha sido superada ampliamente por los países ricos y desarrollados, continúa agudizándose en países con extremos grados de pobreza y descenso notable de ingresos en quienes poseen un trabajo o, en casos, dependen de la economía informal que nutre a mucha gente ante la ausencia de fuentes de producción que generen empleo.
Cuando se habla de estadísticas por parte de organismos internacionales como son el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, se lo hace con base en promedios en los que ingresan los países ricos y generalmente los países pobres, subdesarrollados y dependientes; no se puede, pues, tener datos precisos de lo que realmente ocurre en las economías pobres. Lo casi normal es que tanto el BM como el FMI hacen estudios sobre la situación en algunos países y muestran cifras que también han sido conformadas sobre la base de supuestos y estadísticas que no siempre reflejan realidades confiables.
Lo cierto es que la recesión económica iniciada hace algunos años y enfrentada y superada con éxito por los ricos, no ha tenido dinámica alguna en los países pobres que han visto acentuadas sus condiciones de pobreza, un fenómeno que se agrava debido a la poca o ninguna capacidad de algunos gobiernos para encarar medidas que ellos saben y que la propia población podría adoptar tan solo con incentivos que se podría otorgar para que se entienda la necesidad de no recibir ayudas financieras para sobrevivir sino dar oportunidad a los pobres para crear sus propias fuentes de trabajo y riqueza; en otras palabras, usar el principio chino: “No me des pescados para comer, enséñame a pescarlos”.
En los países pobres y subdesarrollados del Cuarto Mundo y, en parte del Tercer Mundo, se ha creado una especie de costumbre y se ha aceptado las donaciones y créditos blandos cuando la realidad es que necesitan crear sus propias condiciones de vida mediante el trabajo, la iniciativa, la educación, la formación de valores humanos para dejar de ser mendigos que dependen de los países y organismos internacionales que otorgan donativos, ayudas monetarias, préstamos a largo plazo y bajos intereses cumpliendo el papel de limosneros (el que otorga o da ayudas y contribuciones) para ayudar a quienes necesitan.
Lo ideal, en todo caso, sería que haya inversiones en los países pobres para crear industrias y centros educativos técnicos y, con todo ello, que cada país crezca y se desarrolle para vencer a la pobreza y contar con un desarrollo armónico y sostenido; de este modo, cada país pobre lograría, con dignidad y esfuerzo, la superación de la extrema pobreza y conseguir superar altos índices de postración y dependencia.
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