Segunda parte y final

El Tratado de 1904 en la obra de dos académicos chilenos

Rodolfo Becerra de la Roca


Tropas chilenas toman el puerto boliviano de Antofagasta la mañana del 14 de febrero de 1789.

III LOS INTERESES CHILENOS

Nos ocuparemos en este acápite de los intereses chilenos que anotan, también en el mismo orden de su exposición:

I) Le dan la primera importancia al interés de la adquisición territorial del Litoral boliviano. Y aquí pican el anzuelo de su propia trampa, porque dicen que “A través del Tratado quedaban reconocidos los dominios absolutos y perpetuos de Chile sobre los territorios ocupa-dos por éste país en virtud del art. 2 del Pacto de Tregua de 1884”, alcanzando la continuidad territorial entre su suelo original y Tarapacá peruano. Pero están reconociendo que con el Tratado de 1904 se han apoderado de mayo-res territorios bolivianos arbitraria y abusiva-mente a todo lo largo de la actual frontera fijada discrecionalmente, sin que exista cesión o transferencia de ninguna naturaleza sobre las demasías, además del territorio dentro del arco del Río Loa y el territorio entre los paralelos 23 y 24 de latitud meridional, el mar territorial y otros bienes patrimoniales, ampliamente descritos en nuestro libro “El Fraude de la guerra y de la paz”, Plural editores. 2013.

II) También por boca propia confiesan como la construcción del ferrocarril Arica - El Alto (no La Paz) constituyó una inversión para Chile que sirvió otros intereses adicionales a su favor, como dicen: fortaleció el proceso de chilenización de las ex provincias peruanas, que en el mediano plazo consiguiera su incorporación a Chile; atrayendo como un imán migratorio irreversible de población chilena al norte, constituyéndose en el instrumento para el desarrollo de Arica.

III) Hablan igualmente de la obtención de una alianza político-comercial con Bolivia, de las ventajas comerciales, la ayuda financiera, los ferrocarriles y el libre tránsito que convirtiera a Bolivia en su principal socio político y comercial de Chile, apartándole de la influencia argentina y peruana; todo lo cual Chile consiguió convirtiendo a Bolivia en una especie de colonia, donde se apoderó de su economía, con amplias facilidades como rebajas en fletes ferroviarios y la penetración en su territorio, amén del beneficio de la administración del ferrocarril durante 15 años.

No nos cansaremos de criticar la conducta entreguista de los liberales a Chile en todo sentido, convirtiendo a Bolivia, nada menos que en financiador del desarrollo del Norte chileno, como hasta el presente.

IV) Finalmente hablan del potenciamiento del comercio y la inversión de capitales externos en el “Norte Grande” que Chile se apropió tan graciosamente, que solo hubiera sido posible a plenitud consolidando su soberanía en el antiguo litoral boliviano y en las ex provincias peruanas de Tacna y Arica.

Lo más racional y consecuente hubiera sido que los académicos chilenos expusieran de los perjuicios y beneficios causados por el Tratado de 1904; pero, esto lo soslayaron por-que resultaría que Bolivia sufrió todos los perjuicios y Chile acaparó todos los beneficios. Hay que leer el libro recientemente editado del autor de estas notas “El Fraude de la Guerra y de la Paz”, para comprender como se estranguló y enclaustró a Bolivia y de esta manera Chile alcanzó beneficios y un progreso opu-lento.

Finalizan estas Reflexiones diciendo que el texto del tratado fue negociado y consensuado entre los gobernantes de Chile y Bolivia con participación de los políticos más sobresalientes de su época. Esta es una verdad a medias, pero que no fue informada oportunamente a la opinión pública de Bolivia que, en 6 departamentos de los 8 que tenía fue criticado y rechazado y que a duras apenas obtuvo 42 votos favorables de los 72 congresales con que contaban ambas Cámaras; es decir, no hubo la aprobación legislativa suficiente para dar curso asunto de tanta gravedad como es una cesión territorial tan gratuitamente.

Apoyan sus conclusiones en la opinión de dos personas cuyo valor carece de toda importancia en la opinión pública nacional, como para sustentar esas conclusiones que tendrá alcance de un criterio personal. Debemos concluir que en ningún tiempo se puede sostener que “la victoria otorgaba derechos”, y esta truculencia no tiene cabida en un estudio académico.

 
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