Conflicto sobre el Tipnis

En el país existe inmadurez o tendencia al conflicto, pues cuando se trata de tomar medidas, incluso con apenas algún interés público, se presta a que emerjan discrepancias y conflictos. Esto se está produciendo en el caso del Tipnis.

Por una cuestión que es de simple administración y, obviamente, del necesario aporte técnico sobre las conveniencias o no de encarar un nuevo proyecto, casi invariablemente emerge el conflicto. Por lo general, la toma de medidas tiene que ver con la administración pública y ahí es donde con harta frecuencia emergen las complicaciones.

A veces esta recurrencia en los conflictos públicos hace pensar en que es mejor no hacer nada en el país, para que todo siga como está y, como consecuencia, se quede en el rezago y mejor todavía, en el olvido.

Pues en cuanto una autoridad o un experto proponen efectuar algún nuevo emprendimiento, pronto aparecen los desacuerdos, con frecuencia, hasta el extremo de tornarse en conflicto.

Tal vez lo conveniente sería que antes que desde el Gobierno se resuelva adoptar alguna obra o una decisión importante, se opte por efectuar consultas con las organizaciones que podrían tener conocimiento sobre el tema o simplemente a técnicos del área que corresponda.

Esto de estar siempre inmersos en complicaciones crea intranquilidad y ahonda las diferencias entre los bolivianos, cuando ellas pueden ser evitadas si desde el Gobierno o alguna institución pública se resuelve ejecutar algún proyecto o una obra de alcances mayores.

Por tanta experiencia que tenemos de estar acosados por los conflictos, es mejor ser cautos y actuar con prudencia y comprensión del carácter de los bolivianos, que es propenso a crear malestar y enconos, que al tratarse de cuestiones públicas tensionan la tranquilidad pública.

En el caso del Tipnis lo mejor que puede hacer el Gobierno es reunir a las autoridades, expertos o a representantes de las poblaciones de la región, para de esa manera profundizar el conocimiento de los pro y contras de un proyecto y por esa vía encontrar un consenso sobre lo mejor que puede hacerse.

El problema que surgió acerca del Tipnis es si debe ser ejecutada la carretera por el centro o por uno de sus márgenes. Si se adoptó hace décadas la intangibilidad del centro de esa región, por ser una reserva ecológica, lo mejor entonces es ponerse de acuerdo sobre por cuál margen va a ser ejecutada la obra.

Se habla de que uno de ellos tiene decenas de comunidades aisladas, entonces nada hay que discutir, lo correcto entonces es construir la carrera por ese sector, de manera que las poblaciones y comunidades existentes sean las que realmente se favorezcan con la carretera.

En consecuencia no caben más discrepancias. La obra tiene que efectuarse por el lado que favorezca a los habitantes de la zona más poblada, solo así se justificaría plenamente efectuar la inversión prevista. Si las autoridades gubernamentales no conocían estas circunstancias, lo atinado será que corrijan el error en que iban a caer y proceder a la enmienda correspondiente.

En todo caso, la idea de construir la carretera en el Tipnis es acertada y hay que ejecutarla, pero no atravesándolo. Si inicialmente no fueron tomados en cuenta o se desconocía con más precisión los pormenores del caso, ahora que se pusieron de manifiesto, no cabe más seguir discutiendo.

Aparte de ello, se cometería una equivocación, si este es el caso. Empero, si es porque hay interés en estimular el cultivo de coca, talar árboles, negociar tierras, facilitar la explotación hidrocarburífera, se estaría incurriendo en una grave inconducta. No es posible que desde el Gobierno se estimule una mayor producción de coca, cuando se conoce de sobra que producir más de esa hoja es ampliar el delito del narcotráfico.