Yuri Mirko Ríos Madariaga
Una vez más ganará la degradación ambiental en nombre del “progreso”. Miles o millones de años de antigüedad se perderán en un soplo geológico mediante la Ley 266, promulgada recientemente en Trinidad y que elimina la intangibilidad del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis). El asfalto, el ganado y los monocultivos desplazarán a sus asombrosos ecosistemas. La voracidad se apoderará de uno de los últimos rincones naturales mejor conservados del país.
El Vicepresidente en el inicio de su discurso del 6 de Agosto textualmente dijo: “hace 3.800 millones de años atrás, surgió la vida primaria en nuestro planeta Tierra, desde entonces al menos en cinco ocasiones el mundo ha sufrido extinciones masivas que pusieron en riesgo la continuidad de la vida…” y “desde hace 90.000 años atrás una nueva extinción de especies provocada por un ser vivo se ha iniciado, el homo sapiens, el ser humano que inicialmente surgió en el África y que luego va a migrar a otros continentes, introdujo inicialmente la caza masiva que llevó a una disminución acelerada de los mamíferos grandes que dominaban la Tierra. La agricultura iniciada hace 13.000 años atrás modificó drásticamente la superficie terrestre llena de bosques y ahora la Revolución Industrial…”.
Qué paradójico, pues de ahora en adelante en el Tipnis también habrá exterminio y modificación similares a los que él describió que, sin duda, contribuirán a la sexta extinción en masa.
Según la ONU, cada día desaparecen de la faz del planeta decenas de especies, muchas de ellas valiosas e irremplazables. El corazón de Sudamérica, una de las regiones más ricas en biodiversidad, será despedazado sin compasión. Esta ley francamente agravará el escenario ambiental. ¿Qué clase de regalo es éste para el país en su aniversario?, ¿un regalo de muerte y destrucción? Tanta tozudez ¿habrá otros intereses?, lo del desarrollo y el bienestar de los pueblos indígenas –desde mi punto de vista– solo es un pretexto.
Cazadores, madereros, mineros auríferos, traficantes de vida silvestre, transnacionales del petróleo y del gas, y por supuesto cocaleros afilan sus garras. Estos “invasores” necesitan tierras nuevas y qué mejor mediante un camino cómodo y moderno que les facilite la depredación.
En 2011, a propósito de la octava marcha indígena en defensa de su territorio y la vida, mencioné que por las actuales circunstancias críticas que atraviesa nuestro mundo, las carreteras con sus sendas y ramales nacientes -más que aportar al desarrollo de una nación- son utilizadas como medios de despojo de sus recursos naturales. ¿Es esto lo que queremos?
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