Existen legados intelectuales extraordinarios, unidos a la profundidad de su contenido y a resultados satisfactorios que generan en las relaciones humanas. Uno de ellos, muy relevante y poco practicado en la actualidad, es la mayéutica, que consiste en formular adecuadas preguntas para, con la ayuda de ejemplos inductivos, estimular al interlocutor a pensar por sí mismo rebasando o superando los límites de la mera autoridad y conducirle a reconocer esencias (de la verdad, virtud de las cosas) eternas, inmutables, sustraídas al capricho humano, desempeñando con esa técnica, expresada coloquialmente y sin eufemismos, el papel de una partera intelectual.
El autor y alma de la investigación de esta técnica es un maravilloso ser humano: Sócrates, y su enseñanza de la ironía, entendida como una fase elevada de la inteligencia y como forma de expresión que consiste en modificar el valor de las palabras, haciendo entender lo contrario que se dice y con una teleología concisa e inconfundible: actuar y filosofar con la ética y el arte de vivir honestamente. De esta forma el bien reside en lo verdadero, en lo ético y lo lejano a la corrupción, que es una interpretación actual del autor de este artículo.
Esta técnica intelectual, con sustrato de genialidad, podría ayudar eficazmente a reducir sensiblemente la corrupción y la acumulación escandalosa de expedientes condenados a la retardación de justicia, porque desde un principio, cuando el cliente por el problema jurídico que lo agobia, consulta a un profesional abogado, este es el punto de inflexión determinante que no se puede dejar, bajo circunstancia alguna, inadvertido. Es que aplicando la técnica de la mayéutica al cliente que consulta, el abogado después de un circunloquio de mínimo 100 preguntas o más, aplicando estrictamente el método de Sócrates y posteriormente estudiando la totalidad de las respuestas del posible cliente por varias horas, podrá determinar con fiabilidad y conciencia moral si ese cliente es inocente o culpable.
De esta precisa e importantísima fase decanta la decisión ética del profesional para aceptar el caso si es inocente, introduciendo su máximo conocimiento jurídico, diligencia, empatía y compenetración en el tema, sin garantizar ningún resultado; o si es culpable, asistirle jurídicamente para aminorar su pena o sanción, al haberle arrancado por esta técnica una confesión voluntaria, que en la justicia asume ponderación por los jueces.
El lector se preguntará sobre la forma en que esta técnica coadyuva a la reducción de la corrupción y la retardación de justicia: la respuesta con certeza reposa en la decisión moral del abogado jurista que, después de aplicar la mayéutica, obtiene dos verdades: la inocencia o la culpabilidad. Entonces, jamás debería convencer al cliente sobre iniciar un proceso legal costoso, extenso y sin pronóstico de tiempo, además sin futuro para el cliente, pues a sabiendas que es culpable, lo conduce a ese calvario por la codicia de sus honorarios.
La ética y moral del profesional le indica, antes de iniciar ese escabroso sendero del proceso judicial, abstenerse del mismo y renunciar a honorarios ilícitos, acción elevada del espíritu honesto que reportará a su vida profesional una intachable imagen, el sello indeleble de su conducta ética y muchos frecuentes clientes, pues éstos son muy inteligentes y la transmisión verbal de su experiencia con tal o cual jurista es imparable.
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