[Luis Antezana]

Estudiar la historia patria pide Evo Morales a militares


Hace 50 años se produjo el coup d’etat que llevó al gobierno a una Junta integrada por las Fuerzas Armadas, MNR y FSB. Según sus protagonistas, el golpe se produjo para detener la situación caótica en que había caído el país por acción de corrientes anarquistas y populistas del abanico de partidos políticos de supuesta izquierda, que no tenían norte ni guía y para los que todo era igual, y una de cuyas actuaciones teatrales, entre otras, fue la llamada Asamblea Popular que sesionó alrededor de un mes en el hemiciclo de la Cámara de Diputados en medio de debates bizantinos destinados a precipitar un golpe de Estado que agrave la crisis.

Aludiendo esas causas, el gobierno de las tres fuerzas desató una enérgica represión que según datos llevó a la muerte, cárceles, y exilios a cientos de “extremistas”, todo para “poner el orden”. ¡Antes un final terrible que un terror sin fin! Sin embargo, diferencias internas determinaron que el coronel Hugo Banzer (durante el cual Evo Morales cumplió su servicio militar en el Cuartel General de Miraflores) se deshaga de su principal socio comanditario, el MNR y, enseguida, ocurrió lo mismo con su otro aparcero, FSB, cuyos dirigentes fueron sometidos a persecución y desterrados a países vecinos. Banzer asumió una dictadura de hecho.

La historia de esa época escabrosa estaba poco menos que sepultada en el olvido, pero fue actualizada por un discurso que pronunció en la localidad de Turco, Oruro, el presidente Evo Morales, con motivo de la Feria integral de auquénidos. En esa oportunidad pidió a los militares allí presentes repasar la historia y que se pase “talleres” para revisar la historia, sugerencia dirigida a los Comandantes de las Fuerzas Armadas y del Ejército, aludidos en la arenga. Al evocar el suceso, Evo Morales dijo: “No quiero tomar examen al general (sic) que está acá”. Y le interrogó: “¿Quiere contarme que hizo el general o no? ¿Que hizo el general Torres?”.

El coronel pasó a la testera y sostuvo, entre otros conceptos, que el general Torres fue uno de los pocos que representó a su pueblo, opinión que el mandatario consideró, al parecer, insuficiente y le hizo reaccionar manifestando: “Lo siento, coronel. Vamos a pedir a los Comandantes de las Fuerzas Armadas y del Ejército que pasen “algunos talleres” para revisar la historia del hermano Juan José Torres”, planteando así la necesidad de estudiar la historia de Bolivia, tarea que ya no se practica en colegios, instituciones civiles y militares, universidades y academias. Inclusive la redacción y circulación de libros sobre esa naturaleza están restringidos, se ha abandonado la lectura, los historiadores han suspendido sus investigaciones por causas obvias, etc. Es decir que recuperar la historia de acontecimientos pasados es poco menos que imposible y naturalmente será un notable sacrificio para los Comandantes de las Fuerzas Armadas y del Ejército cumplir con el deseo presidencial.

Sin embargo, el pedido presidencial no deja de ser tardío, pues pudo haberlo realizado en algún momento inicial de su gestión de once años, tiempo en el cual las aclaraciones históricas pudiesen haber sido resueltas, sin tener la necesidad de proponer “talleres” poco menos que extemporáneos. Así mismo, se pudo haber utilizado para esa revisión histórica a organismos relacionados con las Fuerzas Armadas, como, por ejemplo, la Universidad Militar, universidades (autónomas) dependientes del Estado, escritores, periodistas desocupados y, en especial, la Academia Boliviana de Historia Militar que funciona precariamente frente al Palacio, donde el presidente Evo Morales atiende asuntos tan delicados, como analizar el gobierno del presidente J.J. Torres y otros. No olvidemos a los presidentes Manuel Isidoro Belzu, Hilarión Daza, Germán Busch o Gualberto Villarroel, cuyos asesinatos fueron soslayados o tergiversados por la “mano negra” de tendencias dirigidas a hacer desaparecer no solo figuras descollantes de nuestra historia, sino también episodios trascendentales.

La Academia Boliviana de Historia Militar pudo también haber contribuido a resolver no solo episodios misteriosos de la Guerra del Chaco, sino en particular los de gobiernos militares que empezaron en 1964 y duraron hasta 1981 sin que se aclare si fueron dictaduras o, por lo menos, cuáles de ellos se declararon en esa condición.

Esa Academia es objeto de indiferencia, carece de fondos para editar una pequeña revista de investigación histórica o libros que tiene redactados y, pese a esas dificultades, sus miembros se han visto, más de una vez, obligados a financiar los gastos de mantenimiento de su local con su propio peculio, aunque esto no les hiciese vacilar en ningún momento en el cumplimiento de sus obligaciones de revisar la historia de las Fuerzas Armadas.

 
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