La anulación de la Ley de Intangibilidad de las Reservas Nacionales, como es el caso concreto del Tipnis, ha despertado intranquilidad y preocupación en la comunidad internacional y, forzosamente, ha puesto a la comunidad nacional en situación de alerta porque hay conciencia de que no se debe violentar las reservas forestales del país, que son reservas ecológicas medioambientales y se han convertido no solamente en patrimonio nacional sino de toda la humanidad.
La Iglesia Católica, siempre pendiente del bienestar de los pueblos, conjuntamente la Organización de Naciones Unidas y muchas instituciones nacionales y foráneas sugieren que el gobierno dialogue con las partes interesadas; en este caso, con el mismo pueblo y mucho más con los habitantes de esas regiones que viven de la caza, la pesca, la producción de alimentos y labores artesanales y que no aceptan que el gobierno abra un camino que atraviese el centro de la reserva, destruyendo totalmente el parque, sus riquezas vegetales y fauna; una ruta que automáticamente implicaría abrir las puertas de todo el trayecto para que campesinos cocaleros se instalen en ellas, se apoderen de esos territorios colindantes con el camino y siembren coca para convertirla muy luego en cocaína.
Fortalecer y respetar las reservas nacionales es limitar las acciones de quienes buscan también explotar riquezas minerales e hidrocarburíferas, cazar indiscriminadamente animales, abusar de los habitantes arrebatándoles sus tierras y negarles todo derecho. Ni la Iglesia ni las Naciones Unidas aceptan la consumación de esos extremos, que sería grave atentado contra los derechos humanos y violación de territorios cuya intangibilidad debe ser respetada.
Dialogar sobre las reservas nacionales es deber de todos y el gobierno no puede negarse a ello, pero bajo el principio de que debe suspender toda acción que permita la apertura de un camino, la exploración de tierras para operaciones extractivistas de gas y petróleo, asentamiento de cocaleros y desconocimiento del derecho de habitantes a mantener incólumes esos territorios. El diálogo debe ser franco, honesto, respetuoso y digno, sin que signifique que, de todos modos, se suprima la intangibilidad del Tipnis y demás reservas declaradas patrimonio de la humanidad; sin que ese diálogo implique que, de todas maneras, el gobierno pueda hacer todo lo que se propone desconociendo derechos inalienables de los comunarios del Tipnis y de la misma población nacional que se siente totalmente identificada con los pueblos indígenas.
Dialogar es concertar, convenir, concordar en soluciones prácticas y realistas de los problemas planteados; pero en ningún caso implica que solo se atienda y dé solución a la voluntad de una sola parte como es el gobierno; conviniendo en que, si se quiere un camino, que sea construido por un trazado totalmente diferente y que no implique dividir el territorio del Tipnis, ni atentado alguno a las reservas; esto, de concretarse en el diálogo, implicaría, de hecho, un triunfo para las demandas del régimen que, de todos modos, busca la apertura de la vía a Moxos.
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