El terrorismo es contrario a la vida de la humanidad

Los últimos atentados terroristas cometidos en Barcelona con un saldo de trece muertos y casi cien heridos, es una prueba más de que el terrorismo islámico existe sólo como medio de destruir la vida de la humanidad porque no se siente o piensa como los dirigentes fanáticos que anunciaron desde hace muchos años que “todo el mundo debe convertirse al islamismo, religión instaurada por Mahoma y que proclama que Alá es el único dios y, por ello, todos los que no comulgan con el islam son infieles y contrarios al Corán”.

La población mundial, aquella que no está comprometida con todo lo que es malo, contrario a los derechos humanos, a las libertades, la justicia y el vivir en paz y tranquilidad, condena duramente la acción de quienes siegan vidas, causan heridos, destruyen propiedad pública y privada en nombre, o como simple pretexto, de la religión; condenan todo lo que implica paz y concordia y hacen escarnio de la dignidad del ser humano.

Invocar el Corán o al mismo Mahoma alegando que son razón de ser para los actos terroristas que buscan “la conversión de los infieles” para que abracen las doctrinas mahometanas es una aberración porque Mahoma predicó la paz y la unión entre los hombres y el libro sagrado Corán -una especie de desprendimiento de los escritos judeo-bíblicos y franca imitación de los Evangelios de Jesucristo- muestran que solamente el amor y la unión y la comprensión entre los hombres lograrán la salvación de la humanidad que son prédicas en aras de conseguir el destierro de todo lo que separa a los hombres y muestran caminos para evitar que la humanidad se disgregue, se divida y provoque guerras y enfrentamientos. Ni Mahoma ni el Corán señalan condiciones para imponer una fe mediante el derramamiento de sangre con el poder de las armas y las bombas que destruyen y quitan la vida a miles de seres humanos sin considerar ni sexo ni edad ni condición alguna; ambos respetan la vida y piden que en paz abracen la fe en Dios o Alá, como se califica al Ser Supremo.

El fanatismo religioso de los grupos terroristas pertenecientes al islamismo ha determinado que en su mayoría pierdan el sentido de lo que es amor, fe, conciencia y derechos de los demás; consideran que el hombre, si no se fanatiza, no es tal y es contrario a la deidad divina. Cree que solamente la destrucción y el anular la vida de quienes consideran infieles podrá lavar ateísmos o infidelidades que ven en quienes no piensan ni sienten como ellos.

Los pueblos del mundo espectan, casi en el diario vivir, actos terroristas causados por el yihadismo musulmán. Son muchos los países, especialmente de Europa, que han sufrido las acciones terroristas y suman muchas las víctimas que han perdido la vida y otras que permanecen con graves heridas causadas por bombas o explosivos de toda naturaleza. En el último año, la guerra civil en Siria ha ocasionado que millones de sus habitantes busquen refugio y pidan emigrar a otras naciones y muchos países de todos los continentes han acogido y brindado ayuda y asilo a millones de ellos; sin embargo, el terrorismo ha determinado que en la mayoría de esos países se tenga conciencia de que buena parte del terrorismo, mimetizándose en la condición de emigrante, se ha introducido en países para organizar grupos fanáticos y planificar acciones terroristas. Los países que han recibido migrantes están en la disyuntiva de no saber qué hacer porque no pueden identificar a los que, realmente, puedan engrosar los cuadros extremistas que causen daño a los países acogedores y dadores de ayuda.

La humanidad se siente amenazada; nadie -especialmente después de consumado un acto terrorista- se siente seguro y la desconfianza prima en los hogares, porque se piensa que en cualquier momento pueda ser víctima propicia para el fanatismo. Las iglesias, credos religiosos y los gobiernos de todo el mundo condenan al terrorismo, pero se sienten indefensos ante sus embates. Se cree, a nivel internacional, que al margen del respeto a los derechos humanos, se adopten medidas contra quienes se sospecha que son integrantes del yihadismo islámico; pero, se corre el riesgo de señalar a los que son inocentes con inclusión de niños que, como en tiempos de tiranías como el nazismo en Alemania, niños y jóvenes hayan sido fanatizados y preparados para acciones de guerra y hasta terror.

Innegablemente, el terrorismo islámico tiene muchos adeptos fanatizados que forman parte de grupos diversos como organizaciones de narcotraficantes, guerrilla y enfrentamientos tribales, especialmente en regiones del Africa; por supuesto, seguramente no faltan quienes conforman bandas delincuenciales que con mucho dinero apoyan directamente las acciones que les permita actuar con impunidad.

El mundo tendrá que adoptar medidas punitivas, acciones drásticas con quienes han cometido delitos que atentan contra la humanidad y se deberá actuar seguramente sin consideración alguna porque de otro modo, esos criminales y asesinos seguirán con sus acciones atenidos a que la mayoría de la población los considera en planos de respeto a los derechos humanos.

El terrorismo ha degradado todos los valores morales y, mientras no frene su insanía de causar muerte y destrucción, la humanidad seguirá con temores e inseguridad, pero dolida por los males que sufren millones de personas que, así sea indirectamente, han sido las víctimas de un fanatismo destructivo.