Mes del Adulto Mayor
Con una “choca” en las manos, un pantalón de tela azul, camisa a cuadros y una chamarra blanca, Roberto Velarde de 80 años, con un sentimiento de resignación cuenta que ingresó al asilo “María Esther Quevedo” hace tres años atrás por voluntad propia, pese a tener una hija de la cual no tiene noticias. En tono triste dice: “No sé qué será de ella, he perdido la comunicación”.
Desde su ingreso al centro su único familiar, lo visitó en una sola ocasión, desde entonces no supo más de ella “totalmente estoy en el olvido”, lamenta.
Continuó con su relato manifestando que tomó la decisión propia de “internarse” en el centro porque no estaría más solo sino con amigos, quienes se convertirían en su familia.
Sin embargo, con la mirada abajo dice: “Según el atardecer del día llega a mi mente muchos recuerdos y la depresión se apodera de mi”. Con un suspiró cambió de tema y comentó que su preocupación es la falta de dinero, si bien recibe la alimentación y todos los cuidados necesario, dijo que en el centro en ocasiones no hay los medicamentos y los debe conseguir de manera particular.
Aseguró no cobrar la renta dignidad porque falsificaron sus documentos y como él hay muchos casos que aún están en proceso de trámite y regularización de documentos, por eso dice: “Tengo que resignarme y conseguir de algún modo dinero o alguien que me pueda ayudar a conseguir mis medicamentos”.
“Las noches se convierte una prisión para mí, uno no puede conciliar el sueño”, aseveró que conforme la vida pasa “uno se va apagando”, por ello se dirigió a los jóvenes, quienes lo rodeaban que “no dejen sus estudios y amen a sus familias porque nunca encontrarán ese calor y sentimiento tan puro que solo ellos les pueden brindar”.
Rememoró que el no pudo culminar su formación escolar por falta de recursos económicos, sus padres no podían pagar sus materiales escolares y se dedicó a trabajar desde muy joven para poder sustentarse.
En cuanto a su salud manifestó: “A esta edad uno ya está quebrantado, siento dolores en la rodilla”, sin embargo afirmó participar de maratones para la tercer edad, ejercitarse a diario para no dejar consumirse por las molestias propias de la edad.
En ese instante expresó su gratitud hacia los estudiantes y personas que se toman el tiempo para visitarlos que de alguna manera distraen su mente de toda la tristeza que los invade cuando no tienen actividades que los entretenga.
Cambió de tema: “Yo soy múltiple” dijo, relató que en cada fecha festiva se encarga de preparar diferentes números como bailar tango, en carnavales organiza a sus compañeros en comparsa de “Los Olvidados”, también realiza fonomímicas y le gusta cantar.
El personal del Hogar María Esther Quevedo se refiere a don Roberto como uno de los internos más cómicos y talentosos, asegura que a diario muestra sus múltiples facetas de cantante, bailarín e incluso imitador.
A los 80 años de vida del centro de acogida Quevedo, en la semana de festejos Roberto con sentimiento entusiasta preparó dos números que junto a su compañera Sonia Gonzales alegraron a sus compañeros con una fonomímica, no conformes posterior a ello deleitaron a su público con el canto de mariachis.
Durante la semana, el centro tuvo diferentes actividades la misma que inicio con una misa de salud, juegos de antaño, feria de la comida de antaño y hasta un festival de danzas, los adultos mayores ajetreados y con mucha emoción preparaban cada uno de los detalles de lo programado.
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