Son cerca de dos décadas que los denominados gobiernos progresistas emularon una impronta socialista tóxica, (Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador Nicaragua) con resultados poco satisfactorios, es decir, han devaluado necesidades principales de sus pueblos como: trabajo, educación, salud. El gobierno del MAS asume este modelo, con un discurso pletórico de una seguidilla de insultos, eximiendo el debate, y si la discriminación ¿dónde los explotados (COB) defienden, irónicamente, los derechos de explotadores? En una actitud tóxica, (léase, personas con comportamientos abusivos) eso y más, conchabados con los gobernantes eximen el 21F2016.
Estos comportamientos tóxicos -por años- han cansado. Sobre todo por su retórica subjetiva, sustentada en muletillas como: racista; discriminador; neoliberal. De hecho, la sociedad civil (Hegel) ha permitido en su entorno (socio político) a demagogos; chismosos; envidiosos; autoritarios; psicópatas; orgullosos; mediocres; caprichosos. Estos tóxicos creen en “hegemonías” -grupos de supuestos independientes de la religión del MAS-, cooptados con prebendas y patrimonios (algunos obligados y otros oportunistas), enfajándolos en los “movimientos sociales” y Conalcam.
Los gobernantes y candidatos inconstitucionales tóxicos denotan comportamientos mantenidos en el tiempo: 1) Son egocéntricos, hablan continuamente y en exceso de sí mimos. Pretenden ser el centro de toda atención, que deben ser atendidos y hasta venerados. 2) Su discurso está pletórico de quejas, críticas y pesimismos. Proponen objetivos muy complicados de alcanzar (como el SUS). Son expertos en encontrar problemas a toda solución, y no dudan en poner una zancadilla tras otra –al descontento- hasta hacer de un simple ovillo una montaña de dificultades.
3) Se victimizan para ser el centro de atención. Esta estrategia les permite aprovechar la pasividad del pueblo para disponer a su antojo de todos nuestros recursos, de todas nuestras energías. 4) NO son empáticos, pues calibran el estado emocional del “descontento” –o disidente- para sabotearlo y perjudicarlo. No son capaces de calzarse en los zapatos ajenos, sino que no tienen intención de hacerlo. 5) La envidia les destruye y carcome. Desean lo que no tienen (república) y odian a quien tiene: dignidad, ética, convicción, principios y, sobre todo, compromiso por el país. De ahí su sufrimiento absoluto, su agresividad, los desprecios y esos odios, connotados en la Ley 045.
6) Son infelices, no entienden de inteligencia emocional. No se responsabilizan de sus actos ni de los efectos de los mismos, ¡le meten nomás! Se frustran con facilidad, no saben canalizar su ira, no entienden sus tristezas. 7) No se alegran por los logros de los demás, peor, no comparten las alegrías del pueblo. Vienen raudos y veloces cuando –el descontento- está a punto de fracasar, para intensificar aún más la herida.
Por ello, recurren siempre a triquiñuelas en su intención de confundir, para que pocos se sientan felices y, los demás, frustrados. Candidatos con este perfil hacen que nada crezca. No permiten alcanzar meta alguna. El costo social de éstos -cuando son elegidos- puede ser inmenso. Por ejemplo, si se respetara la CPE y el 21F, no habría candidato tóxico. ¡Entiéndase, no serían candidatos! No permitamos otra vez que los tóxicos, que no cumplen sus promesas, excepto aquello que los beneficia, se prorroguen.
El autor es Director del Centro de Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).
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