La urbe paceña se ha convertido, sobre todo en este último tiempo, en víctima de propios y ajenos. No otra cosa demuestran las recurrentes marchas que son de protesta, apoyo, o lo que fuesen, llegando hasta su pleno centro capitalino, tras haber ocasionado congestionamientos de vehículos, intranquilidad, e incluso uno que otro desmán, en los diversos puntos por los que ingresaron y pasaron esas huestes de gente que casi siempre tiene una furia contenida a la espera, quién sabe, de que alguien encienda la mecha por un “quítame las pajas” y así se produzca un gran alboroto. Generalmente aleccionadas, de ese modo esas personas hacen conocer su rechazo o apoyo a tal o cual color político. Y es que el incordio de La Paz pareciera ser su calidad de sede de gobierno.
Algunos hace rato opinaron que el tener ese atributo le trae perjuicios y postergación a la “ciudad maravilla”. “Bien podríamos vivir sólo del turismo; y la incertidumbre, el temor, o la intranquilidad, debido a los bloqueos de las mil esquinas, alfombras humanas, los cercos, y otras acciones nefastas de quienes se constituyen en enemigos de La Paz, desaparecerían como por encanto”, se animan a enfatizar. Lo cierto es que toda acción de protesta contra autoridades nacionales desemboca en esta capital, haciendo insoportable el diario vivir a los paceños y no paceños. A ello se suma la conjura de enemigos embozados que, bajo el manto mezquino de la política, confabulan ya no sólo contra sus rivales ideológicos, sino contra toda una ciudadanía inerme, tal como en el último caso de un bloqueo desquiciado que virtualmente logró inundar de basura esta urbe.
En cuanto a El Alto, resulta que el principal incordio para su desarrollo viene a ser el aeropuerto internacional. Mientras persista su enclavamiento, dividiendo, partiendo prácticamente en dos a la ciudad más joven de Bolivia, ésta no podrá dar el despegue definitivo para lograr una mejor calidad de vida en pro de todos sus estantes y habitantes. Hace poco más de dos décadas, incluso el tratar de cambiar su nombre no fue tarea sencilla. Se lo conocía hasta entonces como “Aeropuerto Internacional John F. Kennedy”, aunque en la entrega oficial del Edificio Terminal, realizada el 18 de julio de 1970, oficialmente es identificado como Aeropuerto Internacional “El Alto”, siendo el Administrador Nacional de “Aasana” el señor Hugo Mirabal Guardia. Entre sus especificaciones da cuenta que “es el más importante del país, a 14 kilómetros de La Paz, a una altura de 4.103 metros sobre el nivel del mar, con un cerco de malla olímpica de acero galvanizado en una longitud de 14.000 mts, y con una altura uniforme de 1.84 metros”.
Hasta el presente ha experimentado más remodelaciones y sin embargo, dado el crecimiento demográfico alteño, se constituye en un perjuicio para el cambio que requiere esta ciudad. No en vano un sacerdote, ya fallecido, y que ocupó altas funciones en un gobierno, exclamaba: “fuera el aeropuerto que sólo es para los ricos”. Asimismo, el patricio paceño, también fallecido, Raúl Salmón de La Barra, en 1989 editó el texto titulado “La Paz: la región que debe cambiar”, y dice: “…es necesario considerar que ya no es posible aceptar ni remiendo ni remodelaciones, sino definir gestiones para el financiamiento y construcción de un nuevo y moderno aeropuerto en Laja o en las proximidades de los Campos de Ingavi”. Incordios o no, es menester tomar en cuenta tales apreciaciones.
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