Pocos gobernantes pasaron a la historia rodeados por el cariño del pueblo. En el corazón y la mente de todos los que aspiraban a días mejores, muy pocos, indudablemente. Por consiguiente: recordados como los buenos amigos y homenajeados como los líderes más representativos de todos los tiempos. Y a quienes partieron a mejor vida el pueblo eleva sus preces en momentos angustiosos. Invoca sus nombres para superar alguna emergencia de carácter político.
Del pueblo hay que comprender sus necesidades y respetar sus decisiones, ya que es sabio. Él encumbra a los hombres en el Poder y los destituye también de manera ignominiosa. Y ratifica su fuerza social, en las urnas de la democracia. Pueblo es el obrero, campesino, artesano, gremialista, chófer asalariado, lustrabotas, clase media empobrecida, etc.
El pueblo en las calles, en duros combates con fuerzas represivas, ha desbaratado a regímenes autoritarios, no sólo en la sede de gobierno sino en centros mineros y el agro. No escatimó sacrificio para hacerlo. Derramó sangre y ofrendó vidas por la Patria. Hasta lograr sus objetivos de liberación, registrados en las páginas de la historia política nacional y latinoamericana.
Tuvimos gobernantes de elevada sensibilidad social, que trabajaron con ahínco por el pueblo, logrando cambios que significaron mejores condiciones de vida. Asimismo un futuro prometedor para las nuevas generaciones. Hecho que les acarreó la animadversión de los privilegiados, quienes siempre relativizaron las conquistas logradas a favor del movimiento popular.
Ahí tenemos a dignatarios de Estado que, en el siglo pasado, promovieron el Primer Congreso Indigenal o pretendieron abolir el servicio gratuito, llamado “pongueaje”, que prestaba el nativo al hacendado, en una actitud de sometimiento. A los que entregaron tierra y devolvieron la libertad. A quienes pensando en el bienestar del pueblo, recuperaron recursos hidrocarburíferos, de manos de inversionistas foráneos. A los que coadyuvaron al restablecimiento de la democracia.
Pero varios hombres de Estado, en democracia y autoritarismo, fueron no sólo insignificantes sino personajes siniestros de la política, lamentablemente.
Para el colmo de males sin alguna representatividad del pueblo ante la historia. Respaldados por pequeños grupos de oportunistas, que manejaban el nombre de aquél.
Incapaces de transmitir señales paradigmáticas a las nuevas generaciones. Jamás se les ocurrió sembrar hitos del crecimiento que perduren, sino palabras que se llevó el viento.
Éstos, entre beodos, perturbados y entreguistas, se pasearon por el Poder, sin haber trascendido histórica ni políticamente. Tan sólo generaron angustia, frustración y desilusión, configurando un futuro nada auspicioso.
En suma: el país merece un destino mejor, para avanzar con optimismo hacia la prosperidad.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |