Contra insurrección cívica
> Las malas condiciones y las palizas a reos cada vez que hay una protesta o llega a Nicaragua un emisario de la Organización de los Estados Americanos (OEA), la Unión Europea o Estados Unidos, para intentar encontrar una solución a la crisis, causan reacciones violentas
Managua.- La llamada “insurrección cívica” nicaragüense ha dejado cientos de “presos políticos” y un mensaje de “bienvenida” a prisión: “Si en algún caso Nicaragua se volvía a levantar cívicamente, nos iban a matar sin pensarlo, a todos los que estábamos retenidos”.
Son palabras de un estudiante que pasó ocho meses en prisión por protestar contra el Gobierno y recién fue excarcelado, Jorge Zapata, y las dice a Efe luego de finalizar la entrevista, como quien olvida lo más importante, en medio del desconcierto tras la prisión.
Zapata y otros 15 universitarios escucharon la amenaza al ingresar a la cárcel “La Modelo”, la más grande y segura de Nicaragua, tras haber sido golpeados durante interrogatorios en “El Chipote”, sede de la Policía que ha sido denunciada como centro de torturas.
El estudiante confirma la amenaza y agrega: “Creemos que sí son capaces (...) ellos tienen la ‘Ley Fuga’, que si usted se sale del sistema (penitenciaría), tienen derecho a matar, su ‘Ley Fuga’ es asesinar”.
El joven de 20 años dice sentir miedo, sobre todo por su familia, pues se convenció de que puede morir de un tiro cuando sobrevivió a ataques de policías y parapolicías que, afirma, incluyeron lanzacohetes RPG 7, el 13 de julio pasado en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua), y la parroquia Divina Providencia, donde murieron dos estudiantes.
Zapata -uno de 762 “presos políticos” que cuenta la oposición, a quienes Ortega llama “terroristas” o “golpistas”- se suma a quienes afirman que entre las “fuerzas combinadas” del Gobierno hay extranjeros, cubanos, específicamente.
Dice que él mismo vio a uno. “El día viernes 13 (de julio) sí. Andaba con una M-16 disparando como loco”.
En la parte más cruda de la crisis, la violencia llevó a los manifestantes a enfrentarse con morteros artesanales a las armas de guerra del Gobierno, lanzacohetes portátiles, fusiles de asalto AK, ametralladoras PKM, fusiles
M16 y fusiles de francotirador Dragunov, según organismos como Amnistía Internacional.
La violencia ha dejado 325 muertos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Organismos humanitarios locales cuentan hasta 561. Ortega reconoce 199.
De la prisión lo peor no son los calabozos, donde falta el aire y el agua, ni la comida tomo tal, sino que esta contiene “vidrio, aluminio, pedazos de hierro y patas de cucaracha”, afirma.
Algunos reos evacúan sangre, sostiene Zapata, quien se abstuvo de comer los alimentos servidos en “La Modelo”, solamente los enviados por sus familias.
Las malas condiciones y las palizas a reos cada vez que hay una protesta o llega a Nicaragua un emisario de la Organización de los Estados Americanos (OEA), la Unión Europea o Estados Unidos, para intentar encontrar una solución a la crisis, causan reacciones violentas, comenta.
El 19 de febrero los reos lanzaron bolsas de bebidas en polvo y jabones, para evitar el maltrato a un grupo de presos, y los carceleros respondieron con pedradas hacia las celdas.
La madrugada del 7 de marzo escucharon que manifestantes del calabozo “El Infiernillo”, el peor del país, pedían auxilio porque los carceleros lanzaron bombas lacrimógenas dentro y cerraron las ventanas. Los otros rompieron el techo y alzaron la bandera de Nicaragua, que las autoridades rechazan, al igual que el himno nacional.
“Es algo que no les gusta por completo. Eso es lo que yo no entiendo, porque se supone que ellos son nicaragüenses al igual que todos nosotros”, dice el joven, quien confirma que en el interior de la cárcel hay banderas del oficialista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Zapata fue condenado en noviembre pasado a 16 años de cárcel por “terrorismo”. Al preguntarle si es terrorista, responde tajante: “En ningún momento”. Dice que quiere ver una Nicaragua diferente, sin corrupción, “sin tantas cosas a conveniencia del Gobierno”.
De lo que sí tiene dudas es del mundo fuera del concreto de la prisión, las nuevas formas de protesta, que sigue preso aunque esté en casa, o que es natural que el colchón de su cama se hunda un poco al acostarse. (EFE)
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