Helga María Schmid
Las previsiones del año pasado con respecto a la creciente importancia de las rivalidades entre grandes potencias siguen resonando en nuestros oídos.
Además, el desarrollo de nuestro entorno estratégico es cada vez más impredecible. Actualmente, grandes potencias desafían abiertamente el orden internacional basado en normas y buscan promover visiones alternativas de un mundo dividido en esferas de influencia. La rivalidad geopolítica aviva tensiones y hace saltar la alarma ante una nueva «era de proliferación», que podría desencadenar un enfrentamiento militar no deseado. El cambio climático se está convirtiendo en una amenaza existencial y, por su parte, el ciberespacio y las campañas de desinformación son las nuevas armas del Siglo XXI.
Ante esto, la Unión Europea ofrece una respuesta clara: la única forma de afrontar dichos desafíos es mediante un enfoque multilateral. Si permanecemos unidos, tendremos las herramientas y el peso político necesarios para conformar juntos el futuro orden mundial. Por ello, la UE, en vez de retirarse de la cooperación internacional y de las alianzas mundiales, opta por intensificar su compromiso de hacer frente a los desafíos globales junto a sus aliados. Esto se refleja en el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, el Plan de Acción Integral Conjunto de no proliferación, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la estrategia de la UE para conectar Europa y Asia o la reforma de la OMC.
Pese a que, en el fondo, estos acuerdos sean difíciles de alcanzar, estamos convencidos de que constituyen la mejor manera de garantizar un mundo más pacífico, próspero y seguro, especialmente cuando no cabe duda de que ningún país, por sí mismo, puede abordar los desafíos mencionados.
A cada oportunidad que se presenta, la necesidad de brindar respuestas conjuntas a problemas de interés común no solo se resalta, sino que se plasma en la práctica. Así pues, la Unión Europea invierte en una cooperación internacional y alianzas más amplias.
El razonamiento de base es simple: cuando sea necesario, los europeos deben poder proteger y defender los intereses y valores europeos, así como tener capacidad de actuación. Deseamos poder cooperar con terceros países bajo nuestras propias condiciones.
Asumir más responsabilidades implica reforzar nuestra propia resiliencia y nuestras capacidades en sectores de suma importancia como el energético, el espacial o el de las infraestructuras, entre otros. Nosotros, los europeos, no podemos aceptar las interferencias y la desestabilización provocadas por los ataques híbridos y ciberataques; de ahí nuestro énfasis por reforzar las capacidades en materia de ciberseguridad mediante la mejora de la protección de datos y la contención de la desinformación a través del Plan de Acción contra la Desinformación, adoptado recientemente.
Las responsabilidades no se limitan a cuestiones de defensa. Hoy en día, por ‘seguridad’ también se entiende la seguridad económica, concepto que incluye la importancia estratégica del euro y la necesidad de garantizar que la divisa única pueda asumir plenamente su papel en la escena internacional. Promover el papel internacional del euro forma parte del compromiso de Europa de respaldar una economía global abierta, multilateral y basada en normas.
Apoyar un multilateralismo basado en normas, así como una mayor autonomía estratégica europea no son objetivos contradictorios. Si reforzamos nuestra resiliencia frente a los nuevos riesgos, la Unión Europea desempeñará su papel en la revitalización del orden multilateral y será percibida como un actor firme en un mundo volátil.
La autora de esta nota es Secretaria General del Servicio Exterior de la Unión Europea.
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