Nuevamente el país tendrá un período pre-eleccionario que precisa de mucha serenidad, prudencia y respeto para enfrentar las diversas situaciones que merecerían estar revestidas de tacto, mesura y muestra de que es posible competir a los diversos candidatos a actuar con altura sin ofensas ni humillaciones al contrario, sin menosprecio de las posibilidades de uno u otro, sin mella de la dignidad y honorabilidad de nadie. Muchas veces en el pasado se dijo que todo proceso pre-electoral siempre está revestido de controversias, discordias y hasta enfrentamientos entre las partes; que no deben extrañar inclusive las conductas mezquinas; en fin, que debería aceptarse como “bienvenidas” las discrepancias y rivalidades; pero…
Nadie duda del derecho a disentir, discrepar, confrontar ideas y principios, programas e intenciones; nadie espera que cada uno de los candidatos sea dechado de virtudes y menos que no defienda sus posiciones; pero, lo que la comunidad esperaría es que nunca se repitan los hechos bochornosos, las actitudes de matonaje de unos contra otros porque se siente o cree que se tiene poder para ello, que nadie esté en el peligro de lamentar ser motivo de acusaciones injustas, de acciones duras y hasta contrarias al buen trato y excelente preservación de la condición humana; que nadie deba sufrir atropellos o atentados a su integridad que no solamente melle su personalidad y dignidad sino la de sus familiares o conjunto de simpatizantes o partidarios.
Si hay vocación por mantener el sistema democrático como forma de gobierno y forma de vida, es urgente que se actúe dentro de sus cánones respetando los derechos de los demás, entendiendo que nadie está facultado para denostar a los contrarios y menos lastimar su dignidad o menospreciar sus programas e intenciones; es preciso tener en cuenta que se supone en la sociedad que cada candidato, conjuntamente el partido que lo propicia, estudia y prepara un programa de gobierno en caso de acceder a él o, también, como plataforma de sus intenciones para que el electorado juzgue y califique, para que cada votante tenga en cuenta la calidad de los candidatos.
Nadie, por poder que tenga, sea político, social, económico o de cualquier naturaleza, puede descalificar a los posibles adversarios; menos proferir amenazas o acusaciones injustas con tal de disminuirlo ante la opinión pública. Si ocurre ello, puede tener la seguridad de que, en la defensa surgirán acusaciones y hasta ofensas que pretendan desvirtuar lo que muchas veces toma en cuenta el pueblo. El país es de todos y todos tienen derechos consagrados por la Constitución y las leyes para que cada candidato transite libremente por cualquier parte del territorio nacional y nadie tiene derecho a impedir a los demás ingresar a una u otra zona o región del país.
Es preciso que en tiempos pre-electorales se obre con altura y un mínimo de decencia y consideración por los derechos de los demás; en otras palabras, dar el mismo trato, las mismas consideraciones, los mismos respetos que se querría para uno mismo; obrar de otro modo es, simplemente, una especie de desafío para que la otra parte actúe en idéntica forma: irrespetuosa, atentatoria a derechos y hasta con muestras de vandalismo.
El pueblo espera, pues, que cada partido y candidato obren con la sindéresis necesaria, haciendo acopio de buenas maneras y costumbres, con respeto y consideración por los derechos de los demás, que se obre con los mismos derechos exigidos para si mismo. No caben discordias ni rivalidades altisonantes contrarias a la madurez que cada uno está obligado a demostrar debido a que cada votante valorará o condenará cada actitud, cada conducta que sea contraria a la sana convivencia.
Es urgente que dentro de los preparativos para el proceso electoral de octubre, haya conductas serenas y cordiales inclusive al escoger “a dedo” a quienes representen al candidato; igualmente, que los llamados a ser diputados a ser elegidos por el voto popular sean seleccionados entre los mejores tomando en cuenta su idoneidad, capacidad profesional y antecedentes que convenzan al elector; que ellos, realicen campañas en su favor demostrando altura y decencia, capacidad y responsabilidad porque asumirán la representación de una parte del país.
Lo que resulte del proceso electoral mismo, será consecuencia de cómo actuarán -en el nuevo gobierno o en el llano- quienes hayan actuado y recibido mayor cantidad de votos; a través de ellos se verá y comprobará la validez de lo prometido durante la campaña; lo importante es que partidos políticos y candidatos se deben al país más que a su partido y que deben estar alejados de intereses y conveniencias porque en todo momento deberán estar consubstanciados con los intereses de la nación.
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