La presencia cada vez mayor de vehículos de lujo y artículos ostentosos que muestra el mercado nacional indica a cualquier ciudadano que estamos en condiciones de incrementar cada vez más nuestras importaciones en detrimento de la economía, porque las exportaciones tienden a disminuir, al margen de las menores ventas de gas que hacemos tanto al Brasil como a la Argentina. Lo cierto es que vivimos tiempos difíciles, pese a las seguridades que da el gobierno en sentido de que “estamos muy bien” y que “nuestra economía está en buen pie”. No producimos lo que importamos y lo que exportamos es siempre menor, en términos económico-financieros siempre superiores a lo que compramos; esta es realidad que no siempre reconocemos y creemos que la bonanza económica está en que podamos usar y gastar hasta los peores extremos.
Según el Instituto Boliviano de Comercio Exterior, entre enero y mayo del presente año, nuestras importaciones llegaron a 4.114 millones de dólares y nuestras exportaciones tan sólo a 3.358 millones de dólares; la diferencia es, pues, muy grande y demuestra que no estamos bien, que gastamos lo que no debemos y usamos lo que nos convierte, de hecho, en país que vive irrealidades cuando debería conformarse con lo poco y hacer lo posible por lograr mucho con el propio esfuerzo y, sobre todo, creando fuentes y medios para producir más y, sobre todo, tener noción de nuestra realidad que nos muestra como un país pobre y dependiente.
Las estadísticas son claras y demostrativas de cuánto hemos disminuido nuestros ingresos de divisas, cuánto han bajado nuestras reservas internacionales netas y cuánto más nos hemos endeudado con el prurito de que “hay que gastar y lo que debamos lo pagaremos con el tiempo”. Vivir de sofismas o fantasías no es bueno; al contrario, compromete no solamente al presente que se torna irreal y, sobre todo, compromete el futuro y lo hace débil y deleznable porque está sujeto a consecuencias que obliguen a deber más y producir menos.
Las posibilidades de inversión extranjera son mínimas, pese a las campañas que dice haber realizado el gobierno en reuniones con empresarios tanto de los Estados Unidos como de Europa y que, pese a “compromisos logrados”, no han conseguido la llegada ni siquiera de un centavo con miras a inversiones que fortalezcan, siquiera mínimamente, nuestra economía. Las posibilidades de más empleo son prácticamente nulas y la economía muestra índices de decrecimiento cada vez mayores; por su parte, el narcotráfico es la única “actividad industrial” que muestra posibilidades de crecimiento porque hay mayor producción ante mayor demanda del consumo internacional.
¿Qué hacer ante un panorama difícil como el que se nos presenta con déficits cada vez mayores? El gobierno tendrá que esmerarse en encontrar siquiera paliativos en esta situación tan deleznable como la que vivimos y, sobre todo, actuar con realismo, con la verdad de que debe ser austero en los gastos y eficiente en su administración.
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