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[Armando Mariaca]

Bolivia, Patria bien amada, cumplió 194 años de libertad


Sentir que el 6 de agosto la patria cumple un año más de vida libre e independiente, debería ser para todos los bolivianos razón y causa para reformular propósitos que tiendan a amarla y servirla con mayor fuerza, con honestidad y responsabilidad; pero, lamentablemente, no siempre ocurre así porque muchas veces priman más los intereses y conveniencias político-partidistas, personales y de grupo y son normales las acciones que propenden a ignorar que ella es la madre común que nos vio nacer y que espera que sus hijos actúen con mucha conciencia y propendamos a superar sus problemas; que comprendamos que solamente de nosotros depende la superación de las dificultades; que dependen del coraje, sensibilidad, sentimientos y valentía de los bolivianos el sentir y actuar conforme a lo que ella merece.

La patria ha pasado por multiples vicisitudes desde que los libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre lograron su liberación del yugo español; desde que por muchos años se buscó que sea la patria que cobije a todos y que sean factores de desarrollo y progreso, que sus múltiples riquezas y bienes sean explotados y utilizados debida, honesta y eficientemente; que no haya en el corazón de ningun boliviano vestigio alguno de soberbia y orgullo que mansillen las virtudes, principios y valores que se hayan formulado al calor de lo que Bolívar, con genialidad nos enseñó: el camino de mantener libre a la patria, de engrandecerla y honrarla en toda circunstancia, de promover y conseguir su efectivo crecimiento, que conservemos ante cualquier peligro su integridad territorial y que la engrandezcamos en base a lo mucho que tiene y que espera, simplemente, el coraje, trabajo y disciplina de sus hijos para hacerla más fértil, más productiva y capaz de conseguir que todo ello permita un desarrollo armónico y sostenido hasta llegar a condiciones de progreso y, si posible, que lo hecho sea ejemplo para futuras generaciones que se encarguen de perfeccionar todo lo hecho.

Sensiblemente, los buenos propósitos y las mejores intenciones no siempre han podido concretarse porque no hubo la conciencia de país ni los valores para hacer realidad, lo que el padre de la patria, Bolívar, había concebido con palabras que mostraban su grandeza, su entrega y valentía para liberarla y hacerla digna de todos. Consciente de lo que cada poder del Estado implica para la buena marcha del país, dirigiéndose al mayor de esos poderes, dijo: “¡Legisladores! Vuestro deber es llamar a resistir el choque de dos monstruos enemigos que recíprocamente se combaten, y ambos atacarán a la vez: la tiranía y la anarquía forman un inmenso océano de presión que rodea a una pequeña isla de libertad embatida perpetuamente por la violencia…” (Mensaje de 1826 al Congreso Constituyente de Bolivia).

Cuán profundas esas palabras porque él sabía cómo la tiranía y la anarquía son enemigos de los gobiernos y de los pueblos, sabía que ambos como monstruos dispuestos a devorarlo todo, siempre están prestos para destruir cualquier obstáculo que se les presente y, para ello, se hacen de los poderes que los impele a las peores acciones porque saben usar la soberbia, el orgullo y la petulancia de los que obran en contra de virtudes y hacen escarnio de principios y valores. Bolívar ha expresado conceptos muy claros para que desde el Legislativo se vigile atentamente que quienes posean poder lo cumplan con dignidad, altura, honradez y responsabilidad.

Cuántos embates de tiranía ha tenido que soportar Bolivia. Cuántos monstruos de crueldad y desdén, de orgullo y de necedad han colocado al país en una “pequeña isla” para vulnerar su libertad, para apoderarse de su territorio, para complotar en contra de lo que más amaron generaciones de bolivianos: su libertad, su independencia y sus valores para enfrentar peligros y situaciones dolorosas.

El Libertador Simón Bolívar nunca cesó de emitir mensajes que construyan, orienten y se conviertan en vocación y accionar positivo especialmente de los poseedores de poder. Así, un mensaje a senadores y diputados, que al ser designados en tan altos cargos, deben abandonar los sentimientos de partido para volcarlos íntegramente al servicio de la patria, dijo: “Considerad, legisladores, que la energía en la fuerza pública es la salvaguardia de la flaqueza individual, la amenaza que aterra al injusto, y la esperanza de la sociedad. Considerad que la corrupción de los gobernantes y de los pueblos nace de la indulgencia de los tribunales y de la impunidad de los delitos. Mirad que sin fuerza no hay virtud, y sin virtud perece la República. Mirad, en fin que la anarquía destruye la libertad y que la unidad conserva el orden”.

Con esas palabras quedó, pues, para todas las generaciones una gradación moral que, pasando por el concepto de la virtud, llega a la fuerza de la ley. Y fue así que Bolívar creyó en los valores morales que el pueblo ejercitaría en su vida. Su mensaje para cumplir todo ello fue categórico y terminante, claro y directo: ¡La anarquía destruye la libertad y la unidad conserva el orden! Así, muchas veces, las acciones de la ambición, la ciega obcecación de los gestores de cuartelazos o conservadores de regímenes totalitarios y dictatoriales, tratarán siempre de destruir la unidad para imponer el desorden, la anarquía, el falsamiento de la virtud y de los principios y valores que contribuyen a tener conciencia de país.

Bolívar, cuanto más debió ser recordado y honrado en estos días, fue más abandonado y no se podría decir que el hecho fue descuido de la memoria y en todo caso fue designio de los que buscan imponer creencias e ideologías que no merece la Patria, la Patria que nos legaron los libertadores y que los bolivianos debemos mantener y fortalecer con valentía y patriotismo.

 
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