En un texto que escribí hace algún tiempo doy cuenta de los sabrosos aromas que emanaban de los hogares paceños, cada mañana, en décadas pasadas. Las amas de casa cocinaban el “chairo” diario con la finalidad de que los suyos estén “bien alimentados”. Era cierto, pues el preparado y cocinado con muchas verduras, vegetales y otros productos naturales, resultaba bastante nutritivo y de ahí que despedían esos ricos olores.
Las abuelas decían: “si no comes bien te vas a caer nomás, enfermarás y vas a morir”. También solía escucharse: “un buen caldo de pollo hace levantar hasta muertos; un jarro de buena leche de vaca te pondrá fuerte, o, un buen fresco de cebada hervida te saciará la sed”. Hoy son escasas las “jefas” hogareñas que cocinan, debido al ajetreo diario al que son sometidas, como todos: salir cotidianamente a la calle a ganar algunos pesos extras que le permitan su digna subsistencia. Así, la denominada comida chatarra y las “ultra procesadas” coparon ese espacio vacío, constituyéndose en un problema de salud para todos quienes la consumen asiduamente.
Lo anterior quedó confirmado por Soledad Barruti, escritora argentina, a quien entrevistaron en la Radio Francia Internacional, y donde ella reveló que tras una ardua labor investigativa en los países latinoamericanos, que abarcó desde su país hasta México, durante cinco años continuos, concluyó que “nada hay mejor que volver a cocinar en el hogar”, por cuanto sólo de esta manera se volverá a tener acceso a los alimentos reales, esto quiere decir naturales, dado que ahora la comida “ultra procesada” está ocasionando serios problemas de salud pública en todas las naciones, que no están pudiendo ser controlados ni por los propios gobiernos, ya que da origen a la hipertensión en los niños, sobrepeso, obesidad, a lo que “coadyuvan” las bebidas azucaradas.
“Mala leche: por qué la comida ultra procesada nos enferma desde chicos”, es el título del último libro de Barruti, en el cual enfoca la falta de políticas públicas de protección del capital humano, sobre todo de la niñez, por parte de los distintos regímenes gubernamentales. Esos “alimentos” causan enfermedades, con sus aditivos, conservantes, saborizantes, edulcorantes y emulsionantes, que en su mayoría son químicos.
Preconiza volver a los mercados de barrio y abandonar los supermercados por el bien de los niños y la familia en general, así como esquivar el agro negocio, y retornar a la agricultura. Destaca que las golosinas, papitas, y dulces con base en azúcar que es un adictivo, gaseosas de uno y otro tipo, son nocivos para todos los niños. Deplora que no existan programas concretos de acceso al alimento real para garantizar una vida más saludable. A la vez llama a la colectividad a tomar conciencia de esta situación, y mucho más a los gobiernos. Así que ya lo sabe: ¡cocinar en el hogar es la clave, aunque no lo crea! Además así podremos volver a sentir esos aromas exquisitos de la comida preparada en casa. ¿Le parece? Póngase a pensar al respecto, por favor.
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