Es una realidad lacerante en el país que las personas que no tienen trabajo se vean obligadas a invadir el sector informal o sea del contrabando y la internación ilegal de ropa usada de diferentes países del Asia, Europa y América. Ello da lugar a que el país sea recipiendario de grandes cantidades de ropa usada que en una parte se encuentra en buenas condiciones y no es raro encontrar también ropa nueva que los países ricos y desarrollados desechan por haber pasado la época de uso o porque simplemente las costumbres de la moda obligan a cambios.
Los mercados del país están repletos de ropa usada y si bien los precios son asequibles para todo público, el perjuicio que causa a la industria manufacturera es muy grave, hasta el extremo de que muchas empresas pequeñas y medianas se han visto obligadas a cerrar, causando desempleo de quienes ya contaban con una fuente que les permitía tener un salario permanente. Lo peor es que con el cierre de esas empresas sobresalen problemas por el pago de impuestos, beneficios sociales, paralización de maquinaria; almacenar, sin saber hasta cuándo, materia prima que fue adquirida con créditos bancarios, y que los propietarios se vean obligados a trasladarse al exterior con parte de sus instalaciones o, como medida inmediata, vender lo poco que les queda, con precios no siempre convenientes.
Empresarios han explicado que el crecimiento del negocio de ropa usada ha ocasionado la pérdida de 140 millones a las empresas textileras. Por supuesto, el fisco pierde mucho porque los importadores contrabandistas y vendedores de ropa usada no pagan impuestos ni cubren cotizaciones al seguro médico ni proveen para beneficios sociales. Las pérdidas son cuantiosas y, si a todo ello se añade el hecho de que buena parte de esa ropa usada es importada de China, el problema se multiplica porque es ropa muy ordinaria que compite, por los precios, con la ropa fabricada en el país y, lógicamente, también con las llamadas “buenas prendas” que puede haber en los lotes de ropa usada (ED 25-7-19).
Comercializadores de ropa usada llevan al exterior más o menos 100 millones de dólares, que son aprovechados por los vendedores en países que, prácticamente, ya tenían esos remanentes como pérdidas. Muchas veces las autoridades han aceptado el criterio de que “es preciso crear fuentes de trabajo como única forma de evitar la venta de ropa usada y, además, combatir al contrabando”; pero unas han sido las ofertas y promesas y otras, muy diferentes, las que muestran la realidad del mercado.
Es preciso, pues, que el gobierno atraiga inversiones, combata al contrabando y evite el ingreso de ropa usada con miras a crear empleo; de otro modo, las pérdidas que se ocasiona al país sufrirán incrementos hasta del 50% sobre los montos que significan serios quebrantos hasta la fecha.
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