La pandemia del coronavirus ha relegado las luchas políticas a segundo plano, aunque eso no quiere decir que la actividad política ha desaparecido o que, por lo menos, se ha atenuado hasta el extremo que nadie se ocupa de ella. Es más, la política sigue existiendo y acumulando fuerzas para una ofensiva que resurgirá más temprano que tarde.
En efecto, en ese trasfondo, no fácilmente visible, la lucha política gira en torno a dos temas de gran importancia que no pueden ser olvidados, ya que en ellos se juega no solo el presente, sino el futuro del país.
Por un lado, está la necesidad de solucionar un problema candente que existe en el Gobierno de transición, problema que consiste en el doble poder que existe en su interior. Como es un conflicto real que requiere solución y no es un asunto imaginario que debe ser archivado, está latente y agita los ánimos de los militantes de las tiendas partidarias y, no menos, de la opinión pública.
Como se trata de un asunto que requiere solución, está presente en todo momento, ya que en su interior existen serias contradicciones, algunas de las cuales apenas han salido a luz, ya que están sumergidas, pues el virus de la pandemia no permite que se las considere, aunque saldrán a flote a su tiempo, inevitablemente.
Ese problema de la dualidad de poderes en el gobierno de Jeanine Áñez es de extrema gravedad y busca solución urgente, ya que no debería haber un gobierno con dos cabezas, con líneas políticas diferentes y algunos de cuyos miembros se dan cabeza con cabeza. Es más, solo debe existir un gobierno con una sola dirección. En forma concreta, o bien la corriente política de la presidenta rompe con la línea del MAS o éste rompe con Jeanine, vale decir que haya un gobierno con una sola cabeza y se retorne a la normalidad.
Por otro parte, existe el gran asunto de urgencia que se estaba discutiendo en las tiendas políticas, pero que postergó la cuarentena. Se trata, en ese caso, de qué condición va a adquirir el país, como resultado de la revolución de noviembre.
Al respecto, en vista de que la situación en nada cambió, hay dos corrientes. Algunos partidos plantean como plan central dar continuidad al programa populista que estaba aplicando el MAS, su “perfeccionamiento”, la prolongación de la política de Evo, pero sin Evo, etc.
En cambio, la otra tendencia señala que el programa del MAS debe ser desechado totalmente y, en cambio, no solo sustituir jefe de gobierno, sino también cambiar por otro, totalmente el régimen económico y pasar del populismo a la democracia, poniendo en aplicación los objetivos que planteó en los hechos la insurrección de noviembre y que culminó con la expulsión del poder del MAS y su jefe.
Al respecto, los programas de algunos partidos que asistirán a las elecciones proponen, según sus documentos, dar continuidad y perfeccionar el sistema populista anterior, pero sin Evo; mientras otros partidos proponen poner fin al programa masista y establecer, en cambio, un régimen totalmente nuevo, antipopulista y democrático.
Que se sepa, esos dos aspectos relacionados con el futuro político del país estaban en debate en algunos partidos políticos, antes de la cuarentena: o bien avanzar hacia la democracia y enterrar el pasado o bien dar continuidad al régimen de destrucción del país mediante una dictadura. Para esos dos candentes asuntos se seguirá buscando solución, ya sea por vía pacífica o violenta.
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