Clepsidra
Mediatizados por una perversa pandemia de peste china, que nos tiene recluidos en las cuatro paredes de nuestro arresto domiciliario, estamos seguros de que más de un compatriota debe haberse preguntado: ¿qué orgullo estaremos pagando, para sufrir semejante condena? Pues acabamos de salir de otra epidemia, que estuvo a punto de aniquilarnos igual, pero absolutamente narcotizados.
No obstante, parezca una utopía, a los bolivianos nos tienen embelesados, desde hace quince años, con efectos aparentemente maravillosos e inexplicables, sin conocer el origen y menos la verdadera causa que los produce. Estos efectos, que fingidamente convierten la ficción en una realidad imposible, han tomado cuenta de nuestro destino y, después de habernos esquilmado hasta el último centavo de nuestro patrimonio, estos prestidigitadores y magos del escapismo con o sin ataduras, vuelven a la carga, e hipnotizándonos con un mundo de OZ, pretenden retomar el poder bajo la astuta promesa de volver, pero no devolver.
Es más, perdiendo la única oportunidad que tiene de callarse, el narco escapista acaba de declarar, con esa actitud psicótica que lo caracteriza, “que la pandemia del coronavirus le ha caído como anillo al dedo a la derecha”. No nos extrañe que uno de estos días nos sorprenda con un nuevo lema revolucionario de los que disfruta: “Patria o peste, venceremos”, a fin de no quedar rezagado ante sus amos comunistoides que, al igual que él, disfrutan de la muerte hasta el orgasmo, porque se sirven de ella y de todo lo que la circunda, para esconder sus maléficas manipulaciones.
Baste reparar en lo que hacen con sus muertos, sean estos líderes o renombrados miembros del buró político, escondiéndolos por tiempo indefinido, hasta lograr los réditos que ellos consideren más apropiados para distraer a sus pueblos y a los incautos que caen en esas patrañas. Esto sucedió desde Stalin, y aplicaron la fórmula con Fidel Castro, Hugo Chávez, Daniel Ortega y ahora Kim Jong-Un y otros, cuya situación de óbito o desaparición motiva el camuflaje de alguna barrabasada.
En estos momentos en que el mundo entero lucha contrala peste china, y muchos países damnificados planean hasta el adelantamiento de acciones penales contra el régimen comunista chino, como Alemania y los EEUU, que ya hablan de sumas astrales de indemnización por este aparente acto de creación, manejo y diseminación del patógeno, surgen los titiriteros especulando sobre la suerte corrida por el déspota norcoreano y, al igual que con el macabro virus, distraen al mundo en su cuarentena, para lograr introducir sus condiciones económicas y tecnológicas y equilibrar su situación frente a los EEUU.
Cuando el gobierno chino asumió medidas casi crueles con su pueblo, para mostrar al mundo el supuesto bloqueo a la ciudad de Wuhan, donde crearon el virus, era inimaginable que dicha política se llegue a aplicar algún día en nuestros países. Hoy se muestra a esa misma ciudad libre de la peste que, milagrosamente, no se trasmitió a ninguna otra urbe del entorno, lo que nos hace suponer y creer, que fuimos víctimas ingenuas de un ilusionismo político.
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