Ramiro Pillco-Zolá
Hoy se percibe un ambiente climático extremo y con golpes de calor o de frío. En parecidos escenarios, civilizaciones pasadas, como la de Tiwanaku, cerca de mil años atrás, intentaron regular el clima para sostener la vida. Tomando en cuenta solamente los últimos diez milenios, el clima fue fluctuante, y no en todos sus periodos críticos las sociedades diseminadas en el planeta pudieron adaptarse, tampoco todas las acciones de atenuación del clima extremo fueron rotundas. El norteamericano William Sullivan (1999) nos recuerda que la única lucha tenaz sostenida por los Incas fue contra el tiempo, ese que veían agotarse ante la llegada de un clima catastrófico.
Los eventos climáticos extremos conllevan riesgos y efectos fatales para la salud humana y su bienestar. Las formas de manifestación de tales eventos son numerosas, desde inundaciones, olas de calor, hasta heladas. Conforme el reporte de IPCC (2018), para mantener el incremento promedio global de 1,5°C la emisión neta del CO2 debería ser de cero para el 2050, a fin de evitar el riesgo climático catastrófico vinculado al calor. Con asombro observamos que para nuestra región, aquello significaría una subida hasta de 3°C, y en escala de tiempo pudiendo darse antes del 2050 de seguir las emisiones nocivas de CO2 actuales.
En la misma línea, el acuerdo de París (2015) establece mantener el incremento por debajo de 2°C. En los últimas 5 décadas tales eventos y sus efectos vienen a ser patéticos según las tasas conocidas de morbilidad y mortandad en el mundo. El cambio climático tiene una relación directa con la salud humana, y en términos de proyección, conlleva riesgos de enfermedades trasmitidas por vectores, como malaria, dengue. Con un incremento mayor a 1,5°C tienden a aumentar y con una confidencia alta. Pudiendo la malaria manifestarse en las alturas de los Andes (R. Akhtar, 2020).
No es casual que en tantas ciudades del planeta se haya descuidado la planificación y el uso óptimo de suelos, sin poder hacer balance entre edificaciones y áreas libres; no se prevé el futuro.
Este panorama es patético en la ciudad de La Paz, lo que obviamente se reproduce en el resto de ciudades y/o poblados del país. Tampoco es extraño que en la urbe paceña prevalezcan islas de calor, que favorecen a olas de calor, luego repentinamente hay saltos a golpes de frío. En toda la dimensión civilizatoria nada queda para inventar, sino repetir la receta de nuestros antecesores: regular el clima.
El proyecto maravilla para La Paz implica: humedecer el ambiente, para contrarrestar el clima extremo local, consiste en alinear una infinidad de acumuladores de humedad, desde la transformación de la ciudad, para que sea casi un bosque, con techos de agua, lagunas artificiales, hasta el almacenamiento molecular del agua en calzadas y aceras, etc. Para ello esta ciudad lleva gran ventaja por tener lluvia (láminas de aguas), importante, pero aprovechable en 0% hoy.
El proyecto es viable sobre la base de un fondo inicial de cien millones de dólares. Es canalizable en un Fondo Verde, una mitad a fondo perdido, la otra mitad bajo deuda Estatal, a lo mejor pagable con bonos de carbono, sobre el antecedente de una de las ciudades a ser más afectadas por el cambio climático. Se considera este proyecto para el área metropolitana, a convertirse en un huerto gigante, colector de agua, biodiversidad y bioclima. Sería el área del aeropuerto de El Alto. También sería posible implementar un canal navegable entre El Alto y el Titicaca, funcional en periodos de alto nivel de agua del lago majestuoso, también previsible con el cambio climático.
“Mi lucha estaba equivocada”, afirmó el pensador boliviano Fausto Reinaga (1906-1994) con gran autocrítica, por la misma razón, como la carrera vertiginosa económica-tecnológica acelerada por el occidente y en post de la supremacía, al haberse suprimido en los Andes una civilización, inexorablemente a lo largo del camino pasaron omitidos recursos valiosos de intelecto y técnica.
Entre tanto, en medio de la tremenda inflexión civilizatoria moderna, encauzarlos es apremiante. En este ambiente se manifiesta el paradigma: Retorno al origen de la vida de mano de la ciencia, formulado por el mismo autor (EL DIARIO, 2019), con lo que está explicado que no significa regresar a la sociedad primitiva, sino auxiliarse con el brazo occidental solitario; y siendo que este proyecto es parte integral de lo ya anunciado.
El autor es Investigador en Agua y Desarrollo Sostenible.
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