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Cuarentena y flexibilización

Armando Aquino Huerta

La pandemia del COVID-19 -con sus consecuencias- ha obligado a gobernantes y otras autoridades a dictar disposiciones legales preventivas, restrictivas e inclusive el "encapsulamiento", ante la desobediencia de una parte del pueblo e incremento de casos positivos; desobediencia provocada por el hambre ante la dificultad de trabajar y ganar el sustento del día; triste realidad que generará crisis económica para gobernantes y gobernados, a corto, mediano y largo plazo; que amerita las consideraciones siguientes:

1.- Prevenir antes de lamentar, es plausible desde todo punto de vista; pero hay que tomar las medidas adecuadas basadas en la realidad, en investigaciones científicas de inmunología, epidemiología, estadísticas, proyecciones de su influencia, probabilidad, efectividad y beneficios, para realizar un plan estratégico; lo cual obliga a considerar conductas, costumbres sociales, culturales, ambientales, laborales, económicas y políticas; porque toda sociedad tiene gobernantes y gobernados que practican la política todos los días, bien o mal. Al respecto, lamentablemente, la realidad muestra el aumento de casos positivos, el miedo y ansiedad de las personas.

2.- Para disponer la cuarentena, el encapsulamiento, y las medidas preventivas y restrictivas, se debería saber quién contagia a quién; valiéndose para ello de todos los medios que la ciencia y la tecnología ofrecen.

3.- Para evitar el contagio se recomienda cubrirse la boca y la nariz con un barbijo; porque la persona infectada al hablar y exhalar despediría unas moléculas del virus que podrían contagiar; consiguientemente, la obligatoriedad de usar barbijos y cumplir las medidas preventivas y restrictivas resulta justificada para las personas infectadas y portadoras del virus; quienes deberían estar aisladas en centros de salud adecuados, y cumplir la cuarentena obligatoriamente, inclusive con control policial, para su tratamiento, medicación y recuperación. Por la salud pública y el bien común.

4.- En consecuencia, no se justifica que toda la población boliviana esté en cuarentena solo por previsión y no por haberse probado que está infectada. Esa población constituiría más del 90% de los bolivianos, que deberían realizar sus actividades normales, ni qué decir si muchos de los infectados se han recuperado y se pueden recuperar con el tratamiento respectivo. Además que los no infectados no podrían contagiar.

5.- Consiguientemente, la cuarentena pareciera no basarse en estudios científicos elaborados y documentados, pese a contar con profesionales capacitados y especializados en salud pública, epidemiología, inmunología e infectología, que están en las Universidades, sino en recomendaciones de la OMS cada vez menos confiables, por haberse mercantilizado la salud, lamentablemente. Al menos no se ha publicado un estudio científico con su proyecto estratégico hasta el presente.

6.- Los bonos y canastas solidarias otorgadas ayudan a soportar unos días más de hambre, por lo mismo son considerados necesarios, pero insuficientes. Pero no solucionan el problema principal, y no serán permanentes porque la economía de un Estado donde no se trabaja ni se produce, muy pronto tendrá que afrontar problemas económicos graves en todo nivel, que no permitirán cumplir con dichos bonos, pese a la buena voluntad.

7.- El hambre que viene sufriendo aproximadamente el 70% de la población, porque no tiene trabajo ni salario fijo -entre los que están incluso profesionales-, fruto de la restricción de no salir de casa ni para ir a trabajar, debe ser insoportable y desesperante; para lo cual basta preguntarse qué come para matar el hambre y subsistir una familia con tres o más hijos, si no trabaja y no gana lo que ganaba en el día. Dicha restricción no se justifica, desde ningún punto de vista, porque el hambre solo se soluciona trabajando y comiendo, por eso se dice: "El que no trabaja no come". Pareciera que muchos no conocen el hambre ni saben lo que es. El 30% restante, que es parte de la burocracia boliviana, podría aguantar meses sin trabajar recibiendo sus salarios. Y surge la pregunta: ¿Es justo que pasen hambre las personas no infectadas?

8.- La justicia tendrá que pronunciarse algún día sobre la restricción y supresión de los derechos constitucionales y Derechos Humanos, como son el derecho al trabajo, a la libertad, libre tránsito y otros.

9.- Al respecto, sería útil leer las profecías de Michel de Notre-Dame (Nostradamus) y otros clarividentes, El Shock del Futuro de Alvin Toffler, y El Apocalipsis; ni qué decir si el virus que nos ocupa no sería natural y alguien lo habría hecho, como se publica en las redes sociales.

10.- Por ello, amparado en el derecho constitucional de la libertad de expresión, se sugiere que la cuarentena debe flexibilizarse gradual y científicamente, considerando el bien común; sin preocuparnos del número de los muertos (Q.E.P.D.), porque es ley de la vida nacer, crecer y morir.

 
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Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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