Las informaciones acerca de lo que sucede sobre el Covid-19 en el mundo son tan variadas que no siempre coinciden los datos. La información es clave, para combatir al enemigo (coronavirus) primero debemos conocerlo, como decía Sun Tzu hace 2.500 años en su obra El Arte de la Guerra, “conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo”, para luego agregar que “la victoria completa se produce cuando el ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo, y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia”.
Muchos dicen que estamos frente a una verdadera guerra, obviamente con otras características, debido a la cantidad de “bajas”, hasta la fecha cientos de miles de muertos y todos como consecuencia del coronavirus.
Albert Camus en su libro La Peste escribía: “ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas”. Por ello, las medidas o mejor dicho las estrategias que se vienen implementando -cuarentena total, prohibición de aglomeraciones, bonos, cierre de fronteras y otros- son más que necesarias.
La declaratoria de emergencia sanitaria a través del DS N° 4.199 ha sido muy útil, ya que el número de infectados y fallecidos hubiera sido mayor. No obstante las voces críticas de algunos sectores, señalando que los efectos eran perversos para sus economías. El gobierno cuando implementó esta medida se fundó (entre otros) en la CPE, Art. 37, “El Estado tiene la obligación indeclinable de garantizar y sostener el derecho a la salud, que se constituye en una función suprema y primera responsabilidad financiera. Se priorizará la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades”. Tal como diría George William Curtis, “la felicidad yace, antes que nada, en la salud”.
En esta coyuntura, las manifestaciones ideológicas de izquierda y derecha fueron variopintas, unos apoyaron y otros protestaron. Algo parecido sucedió en otras latitudes, por ejemplo, el presidente brasileño Jair Bolsonaro (derecha) expresó su rechazo a las medidas adoptadas por algunos gobernadores -en Sao Paulo ya se había declarado la cuarentena-, cuando dijo “debemos volver a la normalidad”. Incluso se atrevió a decir que si él fuera infectado, no sentiría nada o sufriría solo “una gripecita” o “un resfriadito”.
En Argentina, igualmente, una prominente dirigente de izquierda, Manuela Castañeira, mostró su malestar: “nos oponemos a las restricciones de las libertades individuales de la población para enfrentar la pandemia. No se necesita un Estado de sitio que restrinja las libertades, sino aplicar un programa radicalmente distinto que deje de colocar la salud bajo criterios de ganancias”.
Según Byung-Chul Han, Europa “ha perdido todo su carisma” y los países miran a China (sociedad disciplinada) “con asombro y envidia”, como el modelo a seguir; por su parte, Yuval Noah Harari nos plantea “vigilancia totalitaria o empoderamiento ciudadano”.
El Covid-19 ha sacado lo mejor y lo peor de los gobiernos, es como una especie de “sálvese quien pueda”. La pandemia es una afectación global, que afecta a todo el mundo, pero las respuestas hasta ahora han sido locales.
Mientras tanto los países siguen tomando medidas necesarias respecto al coronavirus, uno de ellos es Dinamarca -en 1952, Copenhague fue el epicentro de una de las peores epidemias de poliomielitis en el mundo, ergo, saben mucho de cuidados intensivos y de respiradores- que ha flexibilizado la cuarentena. Empero, su primera ministra Mette Frederiksen dijo que está latente la posibilidad de dar marcha atrás, “esto probablemente será un poco como caminar por la cuerda floja. Si nos quedamos quietos a lo largo del camino podríamos caer y si vamos demasiado rápido puede salir mal (…). Si abrimos muy rápido, corremos el riesgo de que las infecciones aumenten demasiado y tengamos que volver a cerrar”.
Siendo así, las “estrategias” precipitadas pueden ser desastrosas para el país, como diría Camus “el hábito de la desesperación es peor que la desesperación misma”, quien a la vez arremetió con una desiderátum de forma muy sarcástica, “es una idea que puede hacer reír, pero la única manera de luchar contra la peste es la honestidad”.
El autor es Politólogo – Abogado.
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