Las circunstancias hacen al hombre. En efecto, cuando algún personaje llega al poder con las mejores ideas que pueda concebir, si encuentra a su país en un proceso económico en dificultades, el gobernante será un fracaso. Pero si el político llega al poder con las peores ideas o no tenga ninguna, si las condiciones son de prosperidad, ese gobernante será un éxito o “le irá bien”.
Todo es cuestión de suerte y el caso no es extrañar, en especial en Bolivia. Es mundial y especialmente en países coloniales que no han realizado la revolución nacional y democrática.
En efecto, algunos presidentes bolivianos llegaron al gobierno con programas progresistas, pero al serles las condiciones generales desfavorables, terminaron en el fracaso. Pero en otros casos hubo personajes que llegaron al Palacio Quemado inclusive siendo analfabetos, pero se encontraron con condiciones históricas de desarrollo. Por ello, por ejemplo, resultó que a un flamante presidente “le fue bien” y hasta se hubiese mantenido en el gobierno más tiempo y no hubiera sido derrocado en forma ominosa.
El caso de Evo Morales está incluido en esa categoría histórica. Cuando llegó al gobierno parecía que no iba a durar más de tres meses en el poder, por la crisis que agobiaba al país, debido al ínfimo precio de las materias primas de exportación. Pero al poco tiempo esa situación económica varió sustancialmente y se disparó hacia arriba con el alza mundial de precios impulsada por las potencias imperialistas. El petróleo subió de 20 a 150 dólares el barril, y el estaño de 3 a 15 dólares la libra, motivo por el que empezó a gozar de una comodidad económica como nunca jamás habían gozado gobiernos anteriores desde la fundación de la nación. Entonces, Evo Morales empezó a gozar de una increíble bonanza y en vez del tiempo de las vacas flacas, vino el de las vacas gordas que duró nada menos que catorce años.
En esa forma, gracias a ese providencial golpe de suerte de origen internacional, y no por otra causa, el gobierno de Evo dispuso de cuantiosos ingresos, lo que hizo que se considere como” exitoso”. Ello no se hubiese producido, ni muchísimo menos, si no hubiese tenido tan fantásticas sumas de dinero, y con el detalle de que para obtenerlas no hizo el menor esfuerzo, sino para gastar a manos llenas y con escandalosa corrupción estatal.
El gobierno de Evo duró catorce años exclusivamente por el milagro mundial de la subida de precios del gas, minerales, etc., materias primas que se limitó a explotar sin la menor responsabilidad y despilfarrando los ingresos en obras ridículas o inútiles.
Pero como no hay felicidad que dure cien años, vino el bajón de esos precios y llegó a su fin la época de las vacas gordas, en la misma forma que ocurrió en Venezuela, donde el chavismo tiró la casa por la ventana, enseñanza que Evo aprendió de memoria y la aplicó como el aprendiz de hechicero.
Entonces quedó decretada la suerte del gobierno de Evo. En síntesis, debido a que el país dejó de vivir de la producción interna de riqueza, de ganar sin trabajar, sino de la simple explotación de materias primas, cuyos precios se rigen por el mercado mundial, llegó la hora de la fuga.
Al respecto, el anterior Ministro de Economía fue “bueno” cuando manejaba los caudales de las arcas del Estado a su libre albedrío, pero resultó un fracaso absoluto cuando el país dejó de manejar dinero producido por los precios altos y demanda de mercados de consumo.
El gobierno de Jeanine Áñez no está a salvo de esas leyes. Subió al poder con grandes esperanzas, pero en cuanto se sentó en la silla presidencial, se desplomaron los precios del gas, estaño y otros, el petróleo bajó de 150 a 20 dólares y el estaño de 15 a 6 dólares la unidad. Y ahora no tiene a dónde acudir para pagar sus gastos.
Evo gozó, pues, de suerte increíble. Subió al poder cuando todo estaba bien, y cayó cuando terminó la bonanza. En cambio, Jeanine Áñez subió al gobierno cuando toda la economía está en ruinas, producimos poco, los precios de las materias primas se han venido abajo, las arcas del Estado están poco menos que vacías, estamos endeudados hasta la coronilla, los ingresos se fueron por los suelos y, por si fuera poco, se presentan la pandemia del coronavirus, la crisis económica mundial y problemas internos de magnitud, por decir lo menos. Si volviese Evo, que sueña con volver, sería un fracaso y no se da cuenta que si retorna recibirá la papa caliente que hoy Jeanine no tiene a quién tirar.
Así, ¡aquí todo es cuestión de suerte!
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