Innegablemente, el coronavirus ha transformado la vida de la humanidad porque poco o nada se observa las reglas vigentes tanto para los gastos como para el consumo, especialmente de alimentos. Esto implica ingresar en el campo del examen de lo que hacemos y hasta dónde podemos llegar: en primer término, es urgente que quienes tienen dinero suficiente sean parcos en los gastos, es decir sean prudentes y no se excedan; por su parte quienes conforman los cuadros familiares y para quienes se hace las compras deben mostrar mesura en lo que consuman porque la crisis no significa que cada uno gaste lo que quiera y consuma lo que mejor le convenga.
La crisis obliga a ser racionales y responsables en lo que se hace: en primer término, tener en cuenta que no todos poseen los medios financieros necesarios para adquirir lo que sea y cuanto sea; menos lo es para que la familia exagere en sus gustos y capacidad de consumir. Especialmente si hay niños y jóvenes en la familia, es necesario mostrarles los caminos de la prudencia y la austeridad, que tengan noción de la solidaridad y comprensión de que en la humanidad tienen primacía los que menos tienen, es decir los pobres, los necesitados, los precisados de socorro y comprensión.
Todo esto nos debe obligar a cambiar conductas anteriores y actuar con tino y prudencia, inclusive considerando a los que nada tienen y están en extrema pobreza. Y es que hoy el que tiene en demasía no podría compartir, menos comprender por el falso e injusto criterio de que “no se puede sacrificar a la familia a favor de los que pudiendo, no poseen lo que nosotros tenemos”. La comprensión radica en tener perfecto conocimiento y convicción de que los no poseedores de fortunas no siempre han tenido la oportunidad de tenerlas o forjarlas en su existencia, porque las circunstancias son diferentes en la vida de cada persona.
Es preciso, pues, que en cada familia se obre con cordura, sentido de la verdad y vocación de servir a los demás, pues al que no tiene y sufre los latigazos de la pobreza hay que entenderlo y ayudarlo, haciendo uso de parte de lo que tenemos, muchas veces en exceso. Cuando se reconoce que todos somos iguales ante las leyes civiles y ante los propios principios morales, debemos hacer conciencia de que los derechos propios son tan importantes como los de los demás. Tener tino en los gastos es asegurar la estabilidad familiar, dar ejemplo de austeridad y demostrar que se puede practicar la caridad que dignifica, sin que ello signifique ofensa o menosprecio debido a la condición social. Igualmente, observar austeridad y mesura en el consumir es entender las necesidades y urgencias ajenas que no querríamos para ningún miembro de nuestro entorno familiar. Entender y vivir realidades con base en la verdad es obrar consciente y responsablemente.
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