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Mayoría de la población rural en extrema pobreza


 

Cuando transcurren los días y vemos y soportamos verdades que una crisis impone, cuando se puede percibir claramente la calidad de vida que se tuvo y se examina lo que se pudo hacer en vez de lo hecho, se comprende plenamente cuán lejos vivimos de quienes padecen hambre, enfermedades y pobreza extrema. Esta es verdad indiscutible que el mundo vive en estos últimos meses debido al coronavirus que tiende a castigar severamente a la mayoría de los pueblos. Para un 60% de la población mundial la pobreza es característica de vida, pero cuán más grave es para un 45% del porcentaje señalado, para los de la extrema pobreza. Estos son los dos caminos por los que se transita y en la mayoría de los casos no hay visos de que pueda cambiar el panorama, porque esta es realidad de los pueblos que viven las privaciones impuestas por realidades extremas del campo de la agricultura que no siempre rinde los frutos más deseados y que sean ideales y alcancen para lograr mejores condiciones de vida.

Los hijos de nuestra tierra, tengan la condición social y económica que sea, pero que cuentan con lo más necesario para vivir, son testigos de lo que padecen las gentes del agro. Muchas veces han presenciado las protestas y reclamos a los gobernantes por el hecho de seguir postrados, porque en parte se los engañó con leyes que prometían reivindicaciones que nadie cumplió, puesto que leyes muy bien concebidas a favor del campesinado, de los indígenas y de los llamados originarios, no se han cumplido y su vida ha transcurrido en las mismas condiciones de siempre, porque, según el parecer general, más han importado los intereses y las conveniencias político-partidistas que han tenido primacía en la atención de gobernantes populistas y demagogos.

Las leyes de Reforma Agraria y del INRA si hubieran sido cumplidas honesta y responsablemente, podían cambiar sustancialmente la vida de los habitantes de las áreas rurales porque marcaban condiciones prácticas y realizables para proveer a todas las comunidades campesinas e indígenas de educación, atención en salud, provisión de abonos, herramientas y hasta maquinaria para explotar el campo y conseguir una producción que permita cambiar las condiciones económicas de esas regiones. Pero nada se hizo en tal sentido o solo se formó milicias campesinas para defender al régimen; y como medio para contar con fidelidades incondicionales, se corrompió a buena parte de los dirigentes que, por dinero, se prestaron para cualquier exceso que beneficie al régimen de turno.

El gobierno actual ha señalado que debe cumplirse el principio de que “todos somos iguales ante las leyes” con el firme propósito de incorporar efectivamente a las gentes del campo a la vida nacional, reconociéndoseles sus derechos y dándoles los medios y las oportunidades para que alcancen el desarrollo regional y el progreso personal y de sus familiares. Lo cierto es que si se consigue los medios financieros necesarios, es posible concretar lo necesario para cambiar estructuras reinantes en las áreas rurales y, además, lograr que la burocracia gubernamental actúe al unísono de lo que señalen los mandos mayores en el cumplimiento de las leyes que no requieren cambios o alteraciones de ninguna clase. Finalmente, es necesario evitar que en las nuevas políticas no interfieran los intereses y conveniencias que sean ajenos a los objetivos propuestos.

Las poblaciones del país, especialmente en las áreas rurales, consideran y respetan a las autoridades que sean capaces, que no engañen ni tengan a la mentira como instrumento de demagogia y populismo; ellas, como conjuntos humanos, siempre responden ante lo que se muestra honesto, decente y responsable. Es conocido el principio de que el ser humano, por principio, actúa de buena fe, es honesto, honrado y responsable en la medida en que los demás actúan con la debida transparencia.

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