Desde hace tiempo el transporte público se queja por los estrictos controles que se ejerce en dicho servicio, especialmente de radio-taxis, taxis, trufis, minibuses y buses por parte de las autoridades de la Policía y de Tránsito; por supuesto, el sector de los vehículos privados seguramente es el que más sufre por la acción de los que se ensañan con quienes estacionan en sitios prohibidos, contra quienes paran momentáneamente en alguna vía para cambiar una llanta; se molestan los policías por los que no corren e imprimen poca velocidad a sus vehículos o, finalmente, por no portar la licencia de conducir porque hubo olvido o motivo de alguna razón; no hay, pues, contemplación alguna ni con los que dicen que justificarán sus faltas.
Lo grave es que el ensañamiento no existe para quienes efectivamente cometen faltas y violan todo el reglamento de tránsito, pero están dispuestos a “arreglar como sea” el problema y menos hay contra los que dicen contar con alguna autoridad que “con seguridad dejará pasar el problema y el guardia sufrirá alguna sanción”. No hay sanción alguna para los que portan placas de alguna dependencia gubernamental; pero se multa hasta a médicos que tienen urgencia de llegar a algún domicilio o a una clínica por tener un paciente grave; tampoco se lo hace cuando se trata de ancianos que no se les permite ninguna razón por la que están manejando.
Vecinos de la zona sur se quejan por los excesivos controles que ejercen tanto policías como agentes de Tránsito, especialmente con el uso de “trampas” que se coloca así un vehículo haya parado por tres o cinco minutos y en sitio autorizado para “estacionamiento momentáneo”. Ni qué decir de agentes o policías que no saben tratar a las personas y fácilmente se sulfuran por motivos nimios como el derecho de quejarse a sus superiores. ¿Cuánto se podría evitar si los policías actuaran con un mínimo de educación? Efectivamente, hay que reconocer que muchos conductores tratan muy mal a los agentes y hasta pretenden maltratarlos de hecho, profiriendo palabrotas que dan razón de su “alta cultura o su rango familiar o en la burocracia”; son ciudadanos que no tienen el mínimo de educación y creen que teniendo algún poder pueden hacer cualquier cosa y pretenden que ellos sean los respetados y considerados por los agentes o policías.
Corresponde, pues, que tanto conductores, públicos y privados, como agentes de Tránsito y policías actúen con el debido respeto y consideración al público que se encuentra a cargo de un vehículo; que reconozcan que si hubo falta se acepte la amonestación y la multa respectiva; pero si no la hubo, que pida disculpas y aprenda a comportarse debida y educadamente en el futuro. Las autoridades una vez que el problema ha llegado a su instancia, deben actuar con el debido Reglamento y evitar extremos de alguna de las partes porque si la autoridad no da ejemplo de educación y decencia, es difícil que todo ello se exija solo a quienes acudieron a ellos en pos de siquiera un mínimo de justicia.
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