Muchas veces, en la historia de las naciones se ha sostenido la necesidad de que los gobiernos sean los únicos encargados de lograr tanto el desarrollo como el progreso de los pueblos; se ha sostenido que sus autoridades han sido elegidas exclusivamente para conseguir lo que la sociedad necesita; pero la realidad ha demostrado lo contrario, porque tanto el desarrollo como el progreso de los pueblos se deben al trabajo, dedicación, voluntad y esfuerzos de los pobladores que se entregan responsablemente a cumplir la parte de deberes y responsabilidades que les corresponde.
Son, pues, los habitantes de cada villorio, pueblo, cantón o distrito que por amor al terruño deben establecer cuáles necesidades se debe atender, qué obras se tendría que realizar, cómo se conforman los cuadros de autoridades que debe tener el sitio en que viven y cómo deben ajustarse a los lineamientos generales dispuestos por el gobierno central y sugerir qué es lo que deben hacer y disponer quienes ocupan situaciones de dirección. Creer que solo la autoridad en todo caso debe asumir todas las responsabilidades de lo que compete al conjunto, no es correcto; puesto que todo depende de la calidad de gente que se tenga viviendo en el pueblo, puesto que si todos se complementan entre sí en pos de conseguir adelantos necesarios, las responsabilidades deben recaer en cada uno de los componentes, que no deberían abstraerse de su cuota parte.
En general, el progreso de una comunidad vecinal o del pueblo depende de las virtudes que tenga cada uno de sus componentes y de cómo podrían cooperar para que el adelanto comunitario no sea una simple quimera. Que no se piense que mientras no atienda la autoridad central, nada se puede hacer. Estos comportamientos dan lugar a creer que se cuenta con un entorno vecinal nada cooperativo, indiferente y contrario a lo que es urgente y necesario; se trataría, pues, de que se comparte la vida con personas insolventes, no confiables y carentes de toda virtud.
El desarrollo de cada pueblo se alcanza por voluntad de quienes lo aman y están dispuestos a dar todo de sí porque es el lar de su familia; es, por otra parte, base fundamental para arribar al progreso anhelado por la comunidad. Ese desarrollo implica buscar y conseguir que los sistemas de salud y educación alcancen altos índices de adelanto porque niños sin buena salud, debido a mala alimentación, no llegarán a tener éxitos en su educación porque no pondrían atención en clases y menos harían caso a lo que sus maestros y sus padres les inculquen. Está comprobado que de una buena educación depende el desarrollo de infantes y jóvenes que resulten aptos para los estudios superiores y, luego, aspirar a grados mayores que les permitan alcanzar situaciones notables en la vida.
Las experiencias pasadas, con lo sufrido con la epidemia causada por el Covid-19, obligan a que se tome conciencia de la realidad en que vivimos y la urgencia de reforzar los valores que se tenga en familia y, en lo posible, se fortalezcan las virtudes para contar en el futuro con la fuerza moral necesaria para enfrentar cualquier situación. Todo ello es posible alcanzar en niveles de familia, que es la primigenia escuela de la vida que tenemos desde la niñez. Es la familia el núcleo que, en unidad, puede adoptar conductas necesarias para un obrar coherente y responsable en el futuro.
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