En cualquier estado de emergencia el mando es único, como en los conflictos bélicos, bajo alternativa de sufrir un desastre definitivo. Esto no significa que el mando se encapsule y se ensimisme, debiendo ser receptivo a los criterios y opiniones de su estado mayor. En términos civiles se trata de una coordinación adecuada. La actual pandemia del Covid-19 es también la guerra contra un enemigo invisible, silencioso y mortal.
La disputa a la que han ingresado las autoridades centrales de salud del Estado y la Gobernación del departamento de La Paz en función de la dirección del Sedes, lo convierten en una víctima por la falta de acuerdos, dejándolo a merced de la pandemia. A esta altura de la emergencia, se puede decir que La Paz se ubica en lugar postergado en relación con el resto de departamentos y sus autoridades no pueden ya pretender el optimismo que mostraban en días pasados, más aun cuando la contaminación se ha doblado dos y hasta tres veces por día.
El Sedes-La Paz se halla en el centro de este cuadro, convertido en la manzana de la discordia. La desinteligencia a la que ha llevado el gobernador por posibles motivos políticos y de presunto menoscabo de su autoridad, no da lugar a dudas. El fondo radica en la colocación de sus seguidores en los cargos sanitarios disponibles, quienes desataron una ofensiva con nuestro propio estilo, con grupos bulliciosos en el edificio del Sedes, huelgas de hambre, empapelados y toda la parafernalia de costumbre. Para ello era necesaria la destitución del director René Sahonero y sustituirlo con Eberth Osco Quispe. El primero fue designado ante la ineficiencia de su predecesor en acuerdo entre el Ministerio de Salud y el Gobernador. Sahonero ha elevado su renuncia, pero la discrepancia continúa a espaldas de la situación sanitaria. No obstante, las autoridades centrales plantean nuevos acuerdos, exhortando a retornar a la mesa de trabajo a la autoridad departamental.
Una vez más y en presencia de una crisis de enorme peligro para la población, priman los intereses políticos, sin que importe la gravedad de una crisis sanitaria sin precedentes. Tampoco parece preocupar la aproximación cada día más inminente a cotas incontrolables de la subida de contagios. En lugar de estas luchas de predominio, la preocupación debería ser resolver el problema de la escasez de testeos, similar a la de respiradores, la dotación necesaria de bioseguridad a médicos y enfermeras, y de camas disponibles.
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