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[Armando Mariaca]

Cuando no hay razón se acude a la fuerza


Al grave problema en que se desenvuelve la humanidad debido al coronavirus que atacó masiva y casi simultáneamente a muchos países de los cinco continentes, se añade el hecho de que todo tiende a mostrar una carencia de serenidad, equidad y ecuanimidad en la humanidad; conflictos de toda naturaleza tienden a desgarrar virtudes y principios y, en muchos casos, para conseguir que tenga predominio lo que unos creen tener razón, aún sin tenerla, y los contrarios porque están serenos y son ecuánimes en sus procedimientos, determinan posiciones controvertidas que no dan paso al razonamiento, a la armonía y menos a la equidad y la confianza entre las partes; entonces es cuando tiende a imponerse la sin-razón; es decir, la carencia absoluta de criterio, equidad, ecuanimidad y sindéresis, espacios en los que cada quien cree haber abarcado todos los campos porque así conviene a sus intereses y conveniencias.

Generalmente, quienes no tienen razón en lo que sostienen, se dejan llevar por sus caprichos y conveniencias; se alejan de todo lo que significa cordura y ecuanimidad, son carentes de moral y lógica para sus comportamientos y acuden a la fuerza, de palabra o de acción, para imponer sus criterios conforme a sus intereses y hacen de la mentira, la hipocresía y el engaño sus instrumentos permanentes. Estas personas, que en su momento componen entidades e instituciones legales o ilegales, son las que promueven los hechos negativos en la humanidad como es el caso de las guerras, el surgimiento de guerrillas, la organización de bandas delincuenciales y la promoción de delitos de todo calibre atenidos a su soberbia y petulancia porque creen que “la razón está con ellos” y nadie puede contradecir sus posiciones. Los hechos más negativos en la historia se han producido por causa de los que no han visto ni necesitado que el hombre sirva al hombre y esperan siempre que sea el hombre el promotor de lo más negativo y atentatorio contra el hombre. De ahí nace la máxima: “No hay peor enemigo del hombre que el hombre mismo” y son los diversos pasajes de la historia que dan razón a ello porque los únicos que ganan o pierden siempre son los hombres que actúan por ignorancia, soberbia y carencia total de virtudes; para ellos no hay principios ni valores si estos no están a su servicio y bajo su hegemonía.

Cuando el ser humano obra conforme a normas y principios, es decir leyes y reglas que hacen de la vida un medio de plena existencia propia y del entorno, se sabe que todo ello está enmarcado en el bien común, en la vocación de amar y servir no solamente a los que hacen de su vida un medio de existencia seguro, honesto, honrado y responsable, ajeno a las malas inclinaciones y a los hechos contrarios al derecho humano. Olvidar principios elementales de vida es creer en el derecho que se adjudica la fuerza del que está equivocado y se encuentra en un camino que lleva siempre a metas contraías al bien.

Tener certeza de poseer razón sin tenerla es orgullo petulante; creer que se tiene la razón sin tenerla es, simplemente, soberbia y jactancia, es auto-consentirse de ser más que los demás, sin serlo, y es contrario a todo principio de honestidad y decencia; es, en resumen, deshonesto e irresponsable, contrario a todo principio moral y legal. Es justo pensar que quien tiene razón tiene el aval de Dios que conoce la conciencia de cada ser humano.

 
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