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Cartas desde el Viejo mundo

Sobre la deforestación en Bolivia

Julio Salas Benavides

El 21 de junio este matutino publicó un reporte del Global Forest Watch, el cual nos muestra la triste situación de Bolivia, calificándola entre uno de los países más deforestados del mundo. Este reporte es uno de los más serios sobre la catastrófica deforestación en Bolivia y las consecuencias, como una amenaza seria al cambio climático. Hace algunos días vimos las inundaciones en Santa Cruz y si relacionamos estos desbordes de ríos con la deforestación, no estaríamos muy equivocados, porque parte de estas inundaciones son causadas por la indiscriminada tala de árboles. Y es que luego de la deforestación, las aguas de las lluvias, hasta entonces absorbidas por los árboles, aumentan el caudal de los ríos y ayudan a deslizamientos de tierras, que se producen como consecuencia de la eliminación de la capa vegetal que cubre las laderas de las montañas, ya que la raíces de las plantas y los árboles actúan como muros de contención.

Bolivia está entre los cinco países de América del Sur con más destrucción de bosques primarios, en 2019 sufrió una deforestación de 176.977 hectáreas desaparecidas y esta cifra sigue aumentando cada día. Según el reporte de Global Forest Watch, entre los cuatro países amazónicos han perdido 1.818.782 hectáreas. Además, 2018 fue el peor año, en términos de deforestación de la selva tropical, por detrás de 2016, 2017 y 2014.

La causa de este desastre es una política miope, equivocada y desastrosa del anterior gobierno, ya que talar y quemar para el cambio de suelo y ampliación de la frontera agrícola, ya no son prácticas convenientes no solamente para nuestro país, sino también para muchos otros países.

En Brasil, Colombia, Bolivia, Argentina y Paraguay predominan las zonas destinadas a la ganadería o agricultura a gran escala. A diferencia de los pequeños cultivos, que sí cicatrizan, esta deforestación no da oportunidad de recuperación. La tierra se erosiona y cada vez son mayores las áreas destinadas a la producción y cultivo, por lo que cientos de hectáreas de bosque y selva son condenadas a desaparecer.

La destrucción de la Amazonia también supone una amenaza para el planeta. Las selvas amazónicas han sido históricamente un sumidero de CO2 que se acumula en sus árboles, amortiguando los efectos de las emisiones industriales humanas. Sin embargo, un estudio publicado en 2015 en la revista Nature alertó sobre que ese papel de sumidero está disminuyendo, en parte por “un aumento sostenido a largo plazo en la mortalidad de los árboles”, según los autores, encabezados por el ecólogo Roel Brienen, de la Universidad de Leeds (Reino Unido).

Nuestros gobernantes tienen la obligación de hacer una propuesta consensuada y seria para evitar la deforestación. Pero cómo avanzar hacia una propuesta consensuada, es una pregunta que se tienen que hacer los políticos de diferentes consignas, incluyendo a los que más sufren por este impacto de la deforestación, que son los pueblos indígenas.

Londres, Gran Bretaña.

 
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