Psicología
Yackieline Rodríguez Tórrez, psicóloga familiar.
Consultas gratuitas al: 77218009
Despedir a los muertos es algo casi innato a nuestra civilización, pero también es una de tantas cosas que el coronavirus ha alterado, y el confinamiento para frenar los contagios impide el acompañamiento a los enfermos pero, también los funerales o actos públicos de despedida a los fallecidos.
Entre el dolor y la tristeza que está provocando el coronavirus en nuestro país, la epidemia está planteando un escenario muy poco habitual, impidiendo a las familias de fallecidos por Covid-19 el derecho a decir “adiós”.
La prohibición de que los enfermos más graves, incluso en sus últimos momentos de vida, reciban la visita de sus familiares y fallezcan en soledad es una de las medidas más dramáticas.
Eso puede derivar en la aparición de duelos “altamente complejos”, muy aconsejable que una vez pase la pandemia, se puedan realizar actos formales de despedida de los seres queridos.
A las muertes por el coronavirus se suman también las de aquellas personas que diariamente pierden la vida por causas naturales u otras enfermedades y que no son contabilizados en el recuento oficial de datos diario, pero que, en la mayoría de los casos, están sujetos a las mismas restricciones.
Esta situación inevitablemente genera en los afectados un importante estado de angustia e impotencia que conlleva la aparición de toda una sintomatología ansiosa difícil de controlar.
El sufrimiento es de dos lados: en primer lugar para las familias afectadas, pero también para los propios enfermos, que se ven recluidos en unidades de aislamientos alejados de los suyos y sin posibilidad alguna de contacto cercano.
El tiempo que transcurre desde el diagnóstico de la enfermedad a la muerte, en aquellos casos en los de que ésta se dé, es demasiado breve, limitando por ello la posibilidad de realizar un duelo anticipatorio que en otras circunstancias sí pudiera darse.
Ante esta circunstancia y cuando el pronóstico del paciente sea desalentador, se recomienda empezar a tomar conciencia de la realidad y, en la medida de lo posible, iniciar un proceso de despedida.
Esto puede hacerse a través de acciones concretas, como escribir una carta que alguien pueda leer a su ser querido, grabar un audio aunque el paciente se encuentre sedado, o iniciar un trabajo interno que conecte ambos corazones desde la distancia y pueda generar un mínimo sentimiento de paz, cerrando cualquier asunto pendiente.
Es “irremediable” que en estos momentos los familiares se vean afectados por toda una serie de emociones asociadas a esta vivencia, que si, posteriormente, no son trabajadas pueden generar heridas abiertas que condicionen de forma muy negativa la sana elaboración del duelo.
Cómo abordar el duelo
La frustración, la impotencia, la rabia y la necesidad de justicia pueden irrumpir de forma muy abrupta en el superviviente, que tras la pérdida de su ser querido necesitará en muchos casos recibir explicaciones que calmen su sufrimiento y su dolor, buscando responsables.
Aun sintiendo el dolor lógico y normal ante la pérdida de un familiar, no requieran de atención profesional para la superación del duelo. Sin embargo, para quien pueda notar que la duración o intensidad de las emociones dolorosas asociadas a la pérdida es excesiva, se recomienda acudir a un servicio especializado en psicología.
Los psicólogos recurrimos a diferentes métodos para asistir a las personas que están luchando por encontrar significado a la pérdida, así como hallar el sentido de sus vidas tras la pérdida.