Juan Chávez Alanoca
El historiador Julio César Valdez con mucha propiedad valoró que “la mujer posee un tino especial para conocer los hechos en su punto verdadero y, a pesar de su carácter superficial, mide el fondo las cosas con tal precisión, que causa asombro”.
Las mujeres paceñas vislumbraron la proximidad del gran día de América. Pensando en sus hijos esclavos y/o en los amargos días de la servidumbre, se apasionaron por la causa de la libertad. Señalando el destino de nuestro país con acierto, levantaron la bandera de la Patria Independiente y murieron defendiéndola.
Así, enaltece conmemorar la memoria de célebres heroínas, como la señora María Manuela Campos y Seminario, esposa de don Gregorio García Lanza, una mujer valerosa que, junto a sus dos tiernos niños se presentó ante el tirano y soberbio José Manuel Goyeneche, y con gran dolor pidió salvar la vida de su esposo por piedad a sus niños. Al ser negada la petición, la mujer bajó la mirada y con tono solemne al retirarse exclamó: “Caiga la sangre de Gregorio García Lanza sobre tu frente”.
La patriota sufrió la ejecución de la Primera Sentencia injusta de 28 de febrero de 1810, que en la parte pertinente dice: ‘‘Se procederá a la confiscación de los bienes de los finados Manuel Victorio Lanza, Pedro Rodríguez y Gabriel Antonio Castro”.
Además, la tiranía realista confiscó los bienes a favor del Real Erario, y el acervo cultural de la selecta biblioteca integrada con más de 800 libros, manuscritos, pergaminos y papeles de imprevisible importancia histórica.
María Dolores Mantilla, esposa del protomártir Manuel Victorio García Lanza, sufrió las más crueles exacciones impositivas de parte de las autoridades coloniales, como la confiscación de bienes de sus heredades.
Doña Manuela Sagárnaga de Valdés, hermana del protomártir Juan Bautista de Sagárnaga, que había entregado al arequipeño Goyeneche una considerable suma de dinero por el rescate de la vida de su hermano y la libertad de su esposo, doctor José Mariano Valdés, solo consiguió liberar de la prisión a su cónyuge, mas no pudo salvar la vida de su hermano. Esta notable paceña fue víctima de persecución hasta ser deportada a regiones malsanas de Caupolicán, sin permitírsele la vuelta a La Paz; sus bienes le fueron arrebatados por el gobierno de Mariano Ricafort, pero tuvo la suerte de asistir al nacimiento de la Patria por la que tanto sufrió.
En 1816, en La Paz durante el gobierno sanguinario de Ricafort se ejecutó a Simona Josefa Manzaneda, ultrajada y pelada públicamente "como un melón", paseada a burro y azotada en las cuatro esquinas de la plaza. Una mujer del pueblo luchando por la libertad, como auxiliar de los revolucionarios; ingresando a los cuarteles llevando instrucciones cuidadosamente escondidas en las presillas de su pollera; formaba clubs y mantenía el fuego bélico en los corazones, negociaba armas y municiones.
Úrsula Goyzueta, condenada a ser paseada por las calles, rapada “la cabeza como león” y atada el resto del día al palo de una horca, fue compañera de lucha de doña Vicenta Eguino.
Doña María Visencia de Juaristi Eguino Diez de Medina, que soportó los castigos con orgullo y condenada a seis mil pesos de multa y destierro de La Paz, predicó a los soldados y al pueblo la causa de la libertad. Solo después de la destitución de Goyeneche volvió a La Paz, pagando cierta suma de dinero para vestir al batallón de la Reina. Sin embargo, no escarmentó y nuevamente reanudó con mayor ahínco su trabajo político contra la dominación española. Fue sentenciada a muerte y después de muchas apelaciones y súplicas salvó la vida. Bolívar y Sucre pusieron el sello de la independencia de una patria libre, y a la llegada de Simón Bolívar a La Paz en 1825, le preparó un solemne recibimiento.
Manuela Pagadora de Graneros fue esposa del protomártir Mariano Graneros, con quien compartió todas las adversidades y expoliaciones realistas.
Petrona Francisca Blacader Cañizares, patriota paceña de grandes méritos y virtudes, fue viuda del prócer don Buenaventura Bueno.
María Carmen Rodríguez de Jaén fue casada con el protomártir Apolinar Jaén. En los papeles de Castelli se menciona a dos mujeres patriotas anónimas: “La madre y hermana de un tal Jaén decapitado y a cuyas expensas vivían éstas".
María Mercedes Cabrera de Jiménez fue casada con el protomártir Melchor Jiménez.
Marcela Catacora y Heredia, hermana del protomártir Basilio Catacora y Heredia, que no le abandonó un solo instante, junto a las hijas naturales que corrieron la propia suerte.
Tomasa Murillo Durán, hija del protomártir Pedro Domingo Murillo, lo acompañó hasta los últimos días de su vida. Ante la persecución realista, los hijos del protomártir se dispersaron. Tomasa Murillo vivió un doloroso calvario de angustias y pobreza, así el anillo dejado por su padre lo había conservado hasta que el hambre la obligó a deshacerse de tal reliquia, falleciendo el 14 de abril de 1860, sin haber obtenido un reconocimiento ni indemnización alguna de la Patria. En la actualidad sucede todo lo contrario.
Efectivamente, ennoblece rendir un homenaje cívico con admiración, gratitud y respeto a nuestras célebres Heroínas y Mártires Paceñas de la verdadera Revolución del 16 de Julio de 1809, en contra del régimen monárquico del rey Fernando VII, sacrificando familia, patrimonio, salud y vida por la noble causa de la Independencia.
El autor es abogado.
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