Seguramente en todo el mundo se ha trastocado la organización y conductas de los habitantes de cada pueblo y ciudad grande o pequeña; nosotros no podíamos ser la excepción y es así como, a nivel familiar, institucional, organización empresarial y hasta entidad pública dependiente del gobierno se ven ante situaciones de urgencia y necesidades inesperadas. Un funcionario público comentó: “Es increíble, pero nos hemos dado cuenta en la oficina que somos más, muchos más de lo que se necesita para el trabajo que cumplimos; también vimos que hay gastos que es preciso anular y, lo grave, lo que hacemos es tan poco que da vergüenza”. Hace pocos días, algún ex diputado criticó que la hija de la Presidenta ocupó un avión militar con cuestiones privadas; muchos lanzaron críticas por disponer de lo que es del Estado y no debe estar para cuestiones privadas; pero, a la vez, se recordó que el ex presidente Evo Morales no solamente utilizaba los aviones de la FAB o de BoA o tres helicópteros para desplazarse de uno a otro sitio y nadie dijo algo y menos se censuró al alto funcionario acostumbrado a realizar gastos cuantiosos, con grandes comitivas y viajes al exterior para ocupar hoteles de lujo y todo, absolutamente todo, pasó desapercibido.
Ahora, por causa del virus que obliga a largas cuarentenas, hospitales y hasta clínicas particulares han descubierto cuán pobres son en cuestión de aparatos modernos, equipos, vituallas y enseres; cómo, en años de funcionamiento, se han “batido” casi con nada y no reclamaron por todo lo que debían; pero ahora que el gobierno anuncia créditos y hasta la posibilidad de compras, todo el mundo anuncia sus falencias y hasta exige que el Estado provea todo. Lo mismo se hace con el caso de carencia de médicos y enfermeras o, si se decía algo, era para señalar la falta de uno u otro galeno especializado. No hay infraestructura hospitalaria, ni camas ni vituallas ni instrumental ni buenas dependencias para recuperación y menos salas de terapia intensiva, no hay salas para enfermos; en fin, hay carencia de todo porque recién se ha descubierto cuán pobres y necesitados somos hasta de lo más prescindible.
Han pasado tres meses desde la presencia del coronavirus en Bolivia, cabría preguntar ¿cuándo se tendrá un informe pormenorizado de lo que el gobierno dijo muchas veces sobre lo que se ha provisto y se ha hecho sobre el grave problema de la salud?, especialmente sobre el drama en que se vive, porque no es suficiente dar informes sobre casos y muertos; es preciso señalar con precisión qué es lo efectivo que se hizo o se está haciendo y en cuánto tiempo serán solucionados los problemas neurálgicos de la salud que hoy requieren solución inmediata.
¿Cuál será la realidad de nuestras escuelas y colegios que funcionaron en el pasado con poco o nada? ¿Cuánto precisan las universidades estatales y privadas? ¿Cuál es la realidad en que se desempeñan? Cuantificar necesidades sería imposible; pero con seguridad que todos sus integrantes --rectores, directores, docentes y personal administrativo-- saben, pero callan. Ahora, ¿será posible callar ante verdades que han sido descubiertas debido al virus que lo revolucionó todo? ¿Qué y cuánto sobra y falta en la actividad privada? Y lo que es casi de competencia general: ¿en cuánta pobreza vive la mayoría del pueblo, especialmente en las áreas marginales y en las regiones occidentales del país que son minifundios agrícolas donde ni siquiera se puede sembrar?
Hacer un recuento de nuestras falencias demandaría mucho tiempo, pero más temprano que tarde habrá que establecer realidades y adoptar las medidas que corresponda; de otro modo, habrá que decir --a lo militar con el régimen anterior--: “resignación y constancia”.
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