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[David Foronda]

El maravilloso instrumento del poder


En todo tiempo se ha comentado sobre el poder, entendido particularmente en el campo popular como “la política”. Pero, luego se entendió que lo económico también lo era, y no obstante –dicen-- otrora creían que ambos marchaban por sendas distintas y cuando era menester se tendían la mano; por ello se hablaba mucho sobre el poder de don dinero. De ahí que las “élites”, aquí, allá, y acullá, en forma permanente están, y lo estarán, tras la toma de ese ansiado logro. Sean de “izquierdas” o “derechas”, sin más tienen un objetivo: acceder al “maravilloso instrumento del poder”, tal como definió, o se le atribuye esa expresión, al caudillo movimientista, ya fallecido, Víctor Paz Estenssoro, a quien lo conocían como “el monarca”, “el mono” o “el jefe”.

En líneas generales, para las ciencias sociales el poder es la capacidad de un individuo --que esté en el poder político-- para influir en el comportamiento de otras personas u organizaciones de la sociedad. Puede ser considerado en casos como “poder injusto”, lo que es endémico entre los seres humanos. Esta palabra viene del latín vulgar posere; significa “ser posible” o “ser capaz de”. Su uso habitual se refiere hoy a control, imperio, dominio y jurisdicción del que un hombre dispone para imponer un mandato, concretar algo como un poder absoluto, que viene a ser despotismo.

En los países latinoamericanos y centroamericanos son nombres conocidos de quienes están ligados al poder desde hace bastante tiempo, contrariamente a lo que acontece en muchas otras naciones del orbe, salvo excepciones que pueden traducirse en el manejo de sus países y poblaciones para lograrles mayor progreso, bienestar, vivencia digna, lo que, según Guillermo Cochez, no han cumplido en esta región del aún nuevo continente. Y respecto a ello, en diciembre de 2013, en el diario global “El País” (Madrid, España), Cochez, escribió:

“Nombres que tienen en común muchas cosas: irrespeto a la libertad de expresión, politización de la justicia, criminalización del ejercicio periodístico, autoritarismo, populismo a ultranza, soberbia incontrolada, despilfarro de los recursos públicos en beneficio propio y de sus allegados, pero sobre todo, corrupción como amalgama de los sistemas de gobierno en los que se quieren perpetuar. Si bien las dictaduras militares han desaparecido de nuestra América India, han sido reemplazadas por sistemas que, disfrazados de democracias, ejercen más poder y más control de lo que hubieran pensado dictaduras clásicas del pasado. En todos estos regímenes a los militares se los suma a la red de corrupción para mantenerlos alejados de pensar en controlar al Estado, como lo hacían tan frecuentemente antes. Así los convierten en cómplices”.

Cochez fue más allá al afirmar “si se pregunta a representantes oficiales de Ecuador, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Argentina, ninguno dudará en contestar que sus gobiernos son auténticas democracias, participativas y populares, que se miden por la cantidad de elecciones que realizan en sus respectivos países. Maduro dijo hace unos días que ellos allá ya llevaban 19 elecciones en 14 años. Poco importa si se les acusa de que ponen todo tipo de trabas a la libertad de expresión, dirán, como Correa o Maduro, a que ésta en el pasado cercano era mal utilizada por los dueños de medios, con el estribillo que repiten tanto de “las dictaduras mediáticas”. Les importa poco el nulo acceso que en las municipales venezolanas tuvieron los candidatos opositores. Menos importa que ahora sean sus gobiernos los que tienen el control de la mayoría de los medios en sus respectivos países. Ahora, dicen, los medios están en el “poder del pueblo”, abrogándose ellos esa representación sin derecho a ninguna argumentación y réplica. Para lograr sus objetivos controlan todo el aparato judicial. Evo y Daniel logran cambiar las reglas para reelegirse porque dominan la justicia; Maduro violó todas las normas constitucionales para hacerse de la Presidencia de su país aunque no le correspondía, robándole la elección de abril de 2013 e ignorando la petición ciudadana para que termine de probar que nació en Venezuela. Correa controla todo el sistema judicial, al igual que Cristina reiteradamente ha intentado. Todo esto lo pueden lograr a través de una extensa red de corrupción, que compra diputados, alquila conciencias, apabulla a periodistas, politiza la justicia, inventa casos a opositores, paga jugosos cabildeos hasta en el Imperio que tanto critican, logrando con ello el control de la sociedad. La clase empresarial se doblega porque de no hacerlo no podrá desarrollar ninguna de sus actividades propias”.

Hablando de nuestro país, no quiero creer que sea de esa manera, por cuanto de forma precedente están otros nombres atados al poder criollo por largos años, utilizando una serie de artimañas para mantenerse en el mismo, que tampoco hicieron mayor cosa por la patria. Habida cuenta que mucha agua corrió bajo el puente en los últimos períodos, desde aquel análisis periodístico de Guillermo Cochez (2013), hasta desembocar en noviembre (2019), estimo que siempre nos asaltará, dejándonos meditabundos, aquella frase: “el maravilloso instrumento del poder”, cual una filosa espada de Damocles.

 
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