Ante cualquier hecho adverso que sufre el país –sea político, económico, social o de cualquier naturaleza, surgen sentimientos de preocupación y angustia en la colectividad y nadie es indiferente a suponer desgracias que puedan afectar la salud y tranquilidad que afecten a la unidad nacional y, como ha ocurrido muchas veces, contribuya al deterioro de la imagen del país, condición que, a veces, parece sólo aparente y sin importancia; pero que afecta seria y profundamente los sentimientos que se tiene por ella. Hay hechos, especialmente políticos, que sientan raíces en los sentimientos del pueblo que no querría ver a la nación en situaciones que afecten su prestigio, su tranquilidad o su honra. Existe el compromiso moral que es instintivo en todos de ver a la patria como la madre común que nos cobija a todos y todo lo que la afecte directamente o no, altera el sentir nacional. Por ejemplo, es general el dolor y hasta vergüenza por las condiciones de excesiva pobreza en que viven muchísimos ciudadanos, por la carencia de educación y buenas condiciones de salud, por la mala alimentación y desnutrición que sufren miles de nuestros niños, especialmente en las áreas rurales; hay preocupación por los altos índices de pobreza y subdesarrollo que sufrimos y, lógicamente, hay dolor y preocupación por el cercenamiento de nuestro territorio que sufrimos debido a la ambición de países que decían ser “amigos” y obraron en nuestra contra con miras a hacerse de lo nuestro aunque nos hagan sentir ser solidarios sólo de conveniencia.
Hemos transitado por la historia superando amarguras y decepciones; pero, con la dignidad de ser una nación dispuesta a superarlo todo
con coraje y espíritu que no se arredre ante los desafíos que implica el desarrollo y el progreso con miras a vencer a la pobreza y al subdesarrollo, batalla siempre postergada de adoptar todas las medidas que ayuden a vencer las condiciones de pobreza y encaminarnos hacia un desarrollo armónico y sostenido.
Lo fundamental para todo ese emprendimiento está en el logro de que todos los estantes y habitantes del país se propongan evitar la división, el desquiciamiento, las diferencias racistas, los complejos y todo aquello que posterga y anula todo lo bueno concebido por las diversas capas de la sociedad boliviana porque no es posible continuar en un ambiente de división. Superar todo ello costará mucho, pero más podrán la voluntad y el coraje del pueblo que ante situaciones casi similares ha encontrado los medios y formas de superarlo todo que será posible solamente con la unidad y una toma de conciencia sobre todo lo que conviene para vencer los obstáculos que lastiman las libertades y la democracia que desde octubre de l982 han sido superadas con muchos esfuerzos.
Es larga la agenda a cumplirse y dependerá de que gobierno, políticos, empresarios, instituciones y organizaciones sociales de todo tipo aúnen esfuerzos y superando diferencias sepan conseguir, mancomunadamente unidos, las fuerzas y los medios para hacerlos prácticas constructivas y unificadoras en servicio del bien común. Cumplir los buenos propósitos siempre tropieza con escollos, pero es la voluntad solidaria del pueblo conjuntamente el gobierno que puede conseguir la concreción de lo que se planifique.
El mayor y mejor resultado de las elecciones será conseguir la unidad, la armonía y la comprensión entre todos los bolivianos; buena parte de ese propósito debe cumplirse por voluntad y decisión honesta y responsable de las fuerzas políticas, empresariales, laborales, sociales, institucionales, cívicas y culturales; en buenos términos, los éxitos a lograrse son de responsabilidad general y no debe esperarse que el gobierno lo haga todo; gobierno que deberá trabajar con honradez, honestidad, eficiencia y responsabilidad, desterrando la corrupción y combatiendo permanentemente al narcotráfico, al contrabando y a todo lo que implica causar daño a la nación ampliando los ámbitos de la pobreza.
Cuidar y mantener incólume el buen nombre del país y conseguir la superación de todos los problemas que se confronta, debe ser labor de todos sin distinción alguna y nadie puede soslayar la parte que le corresponda cumplir; lo contrario significará abrir las compuertas de la anarquía y el caos.
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