EL FUNDADOR
En la historia política de Bolivia, a fines del anterior siglo y a principios del
presente, don José Carrasco Torrico participó activamente en el acontecer
nacional, "unas veces en la iniciativa y la acción, otras ejerciendo el saludable
contrapeso de la crítica y siempre con abnegación de apóstol y con austeridad de
maestro", señala uno de los directores de EL DIARIO, don Casto Rojas.
En la historia política de Bolivia, a fines del anterior siglo y a principios del
presente, don José Carrasco Torrico participó activamente en el acontecer nacional,
"unas veces en la iniciativa y la acción, otras ejerciendo el saludable contrapeso
de la crítica y siempre con abnegación de apóstol y con austeridad de maestro",
señala uno de los directores de EL DIARIO, don Casto Rojas.
Este gran periodista relata que don José Carrasco, "muy joven aún, apenas
egresado de la Facultad de Derecho, se inicia en el parlamento como Diputado por un
distrito de Cochabamba. Y allí, al lado de Antonio Quijarro que, no obstante la
diferencia de edad y sus altos prestigios de estadista, le dispensa una amistad deferente
y afectuosa, ensaya sus primeras armas el espíritu inquieto y combativo de Carrasco
presentando más de una demanda de interpelación al gabinete y toma parte principal y
brillante en varias discusiones sobre Derecho Constitucional.
"Cómo es verdad que los extremos se tocan. El viejo estadista liberal, autor de
la Constitución Política de 1878, es el compañero inseparable del joven diputado
independiente que, más tarde, ha de ser el continuador de la obra jurídica y el
depositario de las ideas políticas del maestro.
"Le vemos poco después en una cátedra de derecho, contraído a la educación de
la juventud cochabambina, con Ismael Vásquez, Daniel Salamanca, J. Armando Méndez y Luis
Salinas Vega.
"Al mismo tiempo comparte su incansable actividad intelectual entre el foro y la
prensa. Desde las columnas de "El Comercio", su primer diario cochabambino,
lleva al más alto grado de tensión la propaganda de los principios liberales, emprende
esforzadas campañas contra la política internacional de Baptista, dispuesta a entregar a
Chile el Litoral boliviano en cambio de una caleta ilusoria y miserable, y encamina
resueltamente la opinión pública hacia la Argentina en un momento en que la paz del
continente está a merced de un pequeño soplo de viento en la cumbre de los Andes.
'Las campañas de "El Comercio" hallan eco en "La Prensa"
de Buenos Aires, y Estanislao S. Zeballos y Dardo Rocha tienen para Carrasco las más
altas y justicieras consideraciones.
"En la política interna, su pluma fácil e inagotable, ya desde el editorial o
gacetilla, en columnas severas o en notas ligeras y chispeantes, juntamente con Venancio
Jiménez, Benjamín Blanco, padre e hijo, Salinas Vega y Armando Méndez; más tarde con
José Galdo, Guillermo Sanjinéz, Carlos Torrico, Juan Manuel Sainz; con Carlos Neptalí
Borda, José Revuelta, Ernesto Careaga Lanza, Pinto, Mansilla, Chávez, el inolvidable
"Filippo" y Casto Rojas, abre brecha profunda en las filas gubiernistas y
realiza una campaña paralela con "El Imparcial" de Zoilo Flores en La Paz.
"Vergniaud" y "Brissot" son los seudónimos de
combate contra la oligarquía conservadora y contra el cisma liberal de Cochabamba, y de
estos nombres, tomados de la epopeya girondina, ha de sobrevivir gloriosamente el de
Brissot que Carrasco no empleó hace mucho para disimular su nombre de diplomático en uno
de los más fundamentales libros que se han escrito sobre los derechos de Bolivia a la
reivindicación del Litoral de Antofagasta.
"Fue tan vibrante y valerosa la propaganda periodística de las ideas liberales,
arraigadas en el corazón de la juventud y del pueblo, que las autoridades policiarias de
Cochabamba no tuvieron otro medio para acallarla que mandar destruir la imprenta con los
soldados, encarcelar a sus redactores y desterrar a su Director; pero el pueblo liberal
respondió a este atentado salvaje con las barricadas de 1899 que fueron, en suma, la
heroica traducción de los editoriales de Carrasco contra el régimen conservador.
"Triunfante la revolución de 1899, volvió el doctor Carrasco de su confinamiento
a una de las provincias de Chuquisaca. Desde entonces se inicia para él una nueva etapa
de acción fecunda y se abren las responsabilidades del gobernante y estadista en
reemplazo de las del luchador y del polemista.
"Así le vemos ingresar con propio derecho y con sobrados méritos al gobierno del
general Pando para aplicar en la realidad viviente las doctrinas y los principios que
había predicado en la oposición. Y en las cumbres del poder se muestra tan leal y
sincero con sus directivas políticas como lo fuera en el llano y en lo más rudo de la
contienda cívica.
"Puesto en esta nueva esfera de actividad, el periodista inquieto e infatigable se
revela un hombre de gobierno activo, sagaz y previsor, y, desde las más encumbradas
situaciones oficiales, ejercita una vigorosa acción administrativa y política, al lado
de Montes, Villazón, Oropeza, Calvimonte, Calderón, Capriles y Romero.
"La defensa del gabinete contra la interpelación de Vásquez y el debate
reservado sobre la cuestión del Acre, muestran de cuerpo entero al político ágil y bien
provisto de doctrina constitucional y al estadista de mirada serena y previsora.
"Su ingreso al parlamento como senador por Oruro, marca el comienzo de sus mayores
éxitos. Allí bajo el noble decorado del pincel del Altísimo que evoca la serena
majestad de la Patria, se oye la palabra sobria de Carrasco que sintetiza el debate y
hiere la cuestión a fondo con seguridad de jurista y con habilidad de político.
"Aborda los tópicos más diversos y en todos ellos contribuye con la sana
doctrina constitucional, el estudio concienzudo y la polémica brillante y razonada, a la
formación y prestigio del parlamento boliviano bajo el régimen liberal, en que, por la
calidad de sus componentes y la magnitud de los problemas debatidos y resueltos, llegó el
Congreso al más alto grado de consideración y respeto.
"Carrasco en el Senado, a menudo frente a Saracho, Vásquez, Salamanca y Arrieta,
y poco después en la Cámara, es el continuador de los asambleístas del 64 y del 72, de
los convencionales del 80; es el sucesor legítimo de Quijarro, una de las más altas
mentalidades liberales; es el digno contendor de Salamanca, cuya verba cristalina y
perforadora como barreno implacable, se embota, sin embargo, ante la roca de
constitucionalismo y de honda versación jurídica que le opone Carrasco.
"Maestro en la polémica periodística, habilísimo en el debate parlamentario,
conoce todos los recursos de la dialéctica; familiarizado con los más arduos problemas
políticos, administrativos e institucionales de su país por haberlos encarado desde la
oposición y desde el gobierno, ningún negocio público le es extraño. Profundo
conocedor de las ciencias políticas, constitucionalista ferviente, internacionalista de
nota, legista, jurisconsulto consagrado en una larga e incesante práctica del derecho, no
hay para él secretos de doctrina o de simple procedimiento. Unese a esto su afán de
estudio, su tarea diaria de investigación de la verdad, su espíritu de observación
afinado por el periodismo, su agilidad mental, su gran capacidad de asimilación
intelectual, su pasión por la lucha, por el bien, por su partido, por su Patria.
"Eso fue el doctor Carrasco.
"Sólo a merced de esta prodigiosa riqueza espiritual y psicológica se explica
cómo de un ardiente debate parlamentario, pasaba, casi sin transición, a un Consejo de
Estado; de éste iba a la redacción de EL DIARIO donde el artículo de fondo y la modesta
gacetilla le eran igualmente gratos y dignos de su pluma fácil y corrediza. Y todavía
había tiempo para debatir sobre tópicos políticos con los amigos, continuar en privado
la obra de los discursos y de los editoriales, sin perjuicio de atender los deberes de la
profesión que reclamaban el alegato y la fundamentación del eminente abogado.
"Concluída la tarea visible en altas horas de la noche, comenzaba el íntimo
coloquio con el libro de doctrinas que esperaba al infatigable estudioso en la mesa de luz
de la alcoba.
"Esta vida excepcional, de una sobriedad y sencillez naturales, toda hecha de
deber, labor y estudio, no daba un resquicio para el descanso. Su mecanismo no tenía una
palabra de sosiego ni un registro de lentitud, y no ofrecía otra compensación que el
placer inexplicable de su marcha armoniosa y triunfal.
"Así vivió el doctor Carrasco, y esa es la obra múltiple, compleja,
maravillosa, digna del análisis para servir de modelo de civismo y de
intelectualidad".
Sin duda alguna nada más se puede agregar a las palabras escritas por don Casto Rojas
en 1922, un año después de la muerte del fundador, para conocer a esa egregia figura
nacional, y que en esta oportunidad, de los 92 años de vida de EL DIARIO, son un homenaje
a ese visionario del periodismo nacional.
HOMBRE DE PALABRA SUAVE
El fundador, el Dr. José Carrasco Torrico, personalidad sobresaliente de la época,
según Eduardo Diez de Medina, era un hombre "con palabra suave, pero
convincente", que exponía sus planes, disipaba temores, alentaba nobles ideales
de renovación, soñando en un porvenir más halagüeño para la Patria.
Don Casto Rojas, posteriormente Director de este matutino, manifestaba: "Era don
José de elevada estatura, de tez morena, sano y bien equilibrada su contextura física,
sereno, naturalmente afable y bondadoso, fácil a la sonrisa y al comentario travieso, a
veces picante, pero siempre pulcro y benévolo con todos. Sus ojos pequeños, llenos de
luz suave, de mirada activa, inquieta y penetrante, delataban una intensa vida
espiritual".
Don José Carrasco, fue un hombre múltiple en su actividad diaria, convirtiéndose en
un maestro en el periodismo, en las leyes, en la diplomacia y en el campo humano, que
sorprendía con la intensa labor que desarrollaba en beneficio de la Patria.
Es así que al margen de miles de artículos editoriales y críticas muy bien
fundamentados, que pueden ser motivo para otra nota periodística, escribió un Tratado
sobre Derecho Constitucional en 4 tomos, además de la mejor defensa de Bolivia, para
plantear a Chile, en todo momento, con razones valederas y de gran peso, la devolución de
nuestro Litoral cautivo. Se trata de una obra intitulada "Bolivia ante la Liga de
las Naciones", que con el seudónimo de Brissot, constituye el mejor alegato
jurídico de reintegración marítima. |